Chile tiene talento para convertir lo improbable en canon pop. Y en la era dorada de la TV abierta, Dragon Ball Z protagonizó un comercial que hoy parece un sueño febril: personajes que rompen la cuarta pared, dulces con forma de héroes y un cruce internacional que solo podía gestarse entre latas Beta, estudios improvisados y toneladas de cariño por la obra de Toriyama.
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Resultado: un spot tan desconcertante como entrañable que merece su propio Kamehameha de nostalgia.
Cuando Toei se puso global (y Latinoamérica dijo “¡dale!”)
A mediados y fines de los 90, Toei Animation aceleró la internacionalización de su joya de la corona. Dragon Ball ya era fenómeno en Latinoamérica y Chile vivía su peak de rating con Goku, Vegeta y compañía interrumpiendo almuerzos familiares.
En ese contexto nació una colaboración singular: la marca peruana Winters —sí, la del chocolate— y la distribuidora Rabie en Chile unieron fuerzas para un spot donde Goku y Raditz salían del televisor directo a revisar qué figura le había tocado a un fan… y, de paso, pegarle un bocado al chocolate.
Marketing 4D, versión VHS.
Chocolate con forma de héroe: coleccionismo comestible
La “gracia” del comercial era simple y brillante: cada tableta venía moldeada con personajes de la serie, convirtiendo el checkout del supermercado en una “Pokédex saiyajin” de cacao. ¿Te salió Goku? Bendición. ¿Raditz? Igual sirve.
La pieza jugaba con la ilusión máxima de cualquier niño noventero: que los personajes notaran lo que pasaba en tu living. Ese gesto de romper la cuarta pared, tan precario como audaz, explica por qué el anuncio se ganó un lugar en el olimpo de lo raro-bonito.
Estética VHS y efectos “a puro pulso”
Visto hoy, el spot es una cápsula de época: keying imperfecto, composiciones que gritan “After Effects 1.0” (o su primo más artesanal) y ese color televisivo que huele a tubo CRT. Pero ahí radica su encanto: lo artesanal potencia la fantasía.
Sin presupuestos hollywoodenses, el comercial consigue que Raditz se asome al mundo real y que Goku guiñe el ojo al espectador. No necesitaba más: en los 90 bastaba una buena idea, timing con la fiebre DBZ y una tableta tentadora.
¿Por qué ya no vemos cosas así?
Hoy, fuera de Japón, colaboraciones de licencias con productos moldeados son más raras: regulaciones, costos de molde, certificaciones, importaciones, compliance… todo conspira contra la espontaneidad noventera.
Además, el ecosistema publicitario cambió: la viralidad vive en shorts y reels, y las licencias apuntan a juguetes premium o drops digitales. Aun así, de tanto en tanto, internet rescata estas joyas y recuerda que Latinoamérica fue clave en el boom global de Dragon Ball.
El comercial que define un superpoder: convertir rarezas en cultura pop
Decir “El mejor país de Chile” no es solo meme: es la forma cariñosa de explicar fenómenos como este.
Un anuncio que hoy luce ingenuo, pero que explica la magnitud del impacto de Dragon Ball en la región: traspasó pantallas, invadió recreos, moldeó chocolates y, sobre todo, inventó recuerdos compartidos.
En un mundo de campañas milimétricas y métricas obsesivas, esta pieza sobrevive por lo que importa: te hace sonreír.
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Y sí, es extraño. Y sí, es desconcertante. Pero también es un recordatorio de que, cuando la pasión por una historia es suficientemente grande, Goku puede salir de la tele… y comerse tu postre.

