Dragon Ball pasó de la intriga (“¿cuánto poder guardan de verdad?”) a las matemáticas de bolsillo. Al principio funcionó: escáner al ojo, número en pantalla y tensión al instante. Pero hubo un punto de no retorno: cuando Freezer reventó la tabla, los niveles de poder dejaron de contar historias y empezaron a contar ceros.
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Antes de Freezer: misterio, margen y números “creíbles”
En la etapa previa, el sistema numérico daba contexto y suspense sin ahogar la trama. Los villanos imponían por aura y actitud, y el número solo reforzaba esa sensación.
No había niveles en el Dragon Ball original, así que el salto a Z parecía una evolución natural: una herramienta para medir el peligro sin matar la sorpresa.
El millón que lo cambió todo
Con Freezer llegó el terremoto: 530.000 en base, 1.000.000 en segunda forma, 2.000.000 en tercera y 60.000.000–120.000.000 a máximo poder. Ese millón “temprano” fue el pecado original: si la segunda forma ya pulveriza el hito, ¿qué queda para el clímax?
Para colmo, Gohan y Piccoro tienen momentos de lucimiento contra esas formas intermedias, lo que descuadra las comparativas futuras y fuerza “subidones” exprés a todo el elenco.
El efecto dominó: héroes inflados por decreto
Cuando el villano escala en vertical, el reparto tiene que “alcanzarlo” aunque no sea orgánico. Entra Goku y, para responder, nace el Super Saiyan.
La transformación multiplica x50 el poder base; luego llegan SSJ2 (x100) y SSJ3 (x400). Las cifras se disparan, el drama se diluye: si todo es billonario en Ki, la estrategia y el ingenio pierden pantalla.
Toriyama improvisa, la coherencia tiembla
Las múltiples formas de Freezer —añadidas sobre la marcha— son puro espectáculo, pero también una trampa de guion. La serie se acostumbra a “superar el récord anterior” en cada arco y sube la vara hasta lo absurdo.
Un final con Freezer “solo” en torno al millón habría sido intenso y manejable; colocar esa cifra en la segunda fase vació de sentido el medidor.
El otro camino que existía (y funcionaba)
Antes del tsunami numérico, los Saiyan ya tenían herramientas dramáticas con techo razonable:
- Ōzaru/Gran Simio (x10)
- Kaio-ken ajustable por riesgoJunto a tácticas creativas y trabajo en equipo, eso permitía peleas tensas y variadas sin convertir todo en una carrera de multiplicadores.
Cuando el número manda, la historia pierde
El fetiche de la cifra trae un efecto colateral: el fandom discute “quién gana” por Excel, no por contexto, plan y carácter. Bajo un sistema menos rígido, Ten Shin Han podría plantarle cara a Dabura con estrategia.
Con la tiranía del numerito, ese duelo ni se considera. La esencia de Dragon Ball es el ingenio bajo presión, no el contador infinito del scouter.
La conclusión (sin calculadora)
Los niveles de poder fueron útiles… hasta que Freezer los llevó al millón demasiado pronto. Desde ahí, todo se desbocó: transformaciones desmedidas, comparativas imposibles y drama reemplazado por aritmética.
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Si alguna vez la serie decide poner los pies en la tierra, la receta está escrita: menos ceros, más cerebro. Porque un buen plan sigue siendo el mejor multiplicador.

