Roblox es ese metaverso infinito donde un minuto estás horneando pizzas y al siguiente pilotando un cohete hecho de bloques. Pero en Catar, ese viaje se detuvo en seco. Desde el 12 de agosto, usuarios cataríes se topan con mensajes de “sin acceso a la red” en la app y con el sitio web inaccesible.
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Oficialmente, no hay un comunicado de Roblox aún, pero los medios locales hablan de una decisión del gobierno motivada por preocupaciones de seguridad infantil y comportamiento dañino dentro del juego.
Qué pasó en Catar
La conversación se encendió en redes sociales con llamados a prohibir Roblox por sus “posibles riesgos para niños y adolescentes”. Poco después, jugadores informaron que, aunque la app seguía disponible para descargar, al abrirla no conecta; y el cliente web tampoco responde.
Publicaciones locales como Qatar Tribune y Al Jasra añadieron el ingrediente que faltaba: reportes de “ataques virtuales” y casos problemáticos dentro de algunos mundos, lo que habría empujado el cierre.
Por qué ahora y por qué Roblox
Roblox no es un juego, es una plataforma con millones de experiencias creadas por usuarios. Esa escala imparable es su mayor fortaleza… y su talón de Aquiles.
El contenido es variable, la moderación es compleja y, aunque existen sistemas de reporte y control parental, siempre aparece el debate de cuánto alcanza.
Además, la plataforma arrastra polémicas previas, como una demanda en EE. UU. relacionada con un caso de grooming que volvió a poner el foco en los riesgos para menores en espacios abiertos.
Cómo se ve la prohibición para el usuario
En Catar, la experiencia es binaria: o no conecta o ni siquiera llega a cargar. No es un “lag” ni un corte puntual, es un bloqueo a nivel red. Del lado de los jugadores, el golpe duele por lo cotidiano: tareas, eventos con amigos, mundos favoritos y economías virtuales quedan en pausa.
A nivel comunidad, duele aún más para quienes creaban, moderaban o monetizaban experiencias locales.
¿Qué dice Roblox (y qué podría hacer)?
Al cierre de esta historia, no hay declaración pública de la compañía. No sería la primera vez que enfrenta un bloqueo nacional; en 2024, Turquía también suspendió el acceso alegando falta de regulación y problemas de monetización.
En aquel caso, Roblox se puso a trabajar con las autoridades para restaurar el servicio. Lo lógico es que busquen una vía similar con Catar: compromisos de seguridad, auditorías adicionales, más filtros y canales de coordinación.
El elefante en la habitación: la escala
Roblox sigue siendo un gigante. Habla de unos 380 millones de usuarios activos mensuales y picos demenciales, como los 16 millones de concurrentes en el juego “Grow a Garden” en junio.
Ese volumen prueba su atractivo, pero también multiplica el reto: donde hay millones de niños y adolescentes, cualquier falla en moderación se vuelve agenda pública en minutos.
¿Y ahora qué?
En el corto plazo, los jugadores cataríes necesitan alternativas para socializar y crear, mientras esperan una negociación. Padres y escuelas ganan, eso sí, una oportunidad para revisar configuraciones de privacidad, control parental y acompañamiento digital.
A medio plazo, el movimiento de Catar suma presión para que las plataformas eleven aún más sus estándares de seguridad infantil.
Y a largo plazo, este tipo de decisiones abren una conversación incómoda pero necesaria: cómo balancear libertad creativa, negocio y protección de menores en mundos virtuales que no paran de crecer.
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Roblox es diversión y comunidad, pero también responsabilidad. Si el bloqueo en Catar empuja a mejores prácticas de seguridad sin matar la creatividad, todos ganan. Ojalá la solución llegue pronto y los jugadores puedan volver a sus mundos, con reglas más claras y entornos más seguros.
