La tecnología no solo cambia la forma en que navegamos por internet—también moldea la geopolítica. En un mundo donde los datos son más valiosos que el petróleo, y la conectividad es casi un derecho humano, tener el control de las redes globales de internet es una jugada estratégica.
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Y en esa partida, Estados Unidos parece estar apostando fuerte por su propio caballo: Starlink, el servicio de internet satelital de Elon Musk.
Starlink como carta secreta en las negociaciones comerciales
Según un informe de The Washington Post, Starlink se está posicionando como una pieza clave en las negociaciones arancelarias entre Estados Unidos y diversos países.
En las últimas semanas, varias naciones como India, Somalia, Vietnam, Pakistán y Bangladés comenzaron a abrirle la puerta regulatoria al servicio. ¿Coincidencia? Parece que no tanto.
Mensajes internos citados por el medio sugieren que el Departamento de Estado y varias embajadas estadounidenses están promoviendo activamente el servicio de Musk en el extranjero.
No hay ofertas explícitas de beneficios arancelarios, pero el mensaje es claro: apoyar a Starlink podría facilitar acuerdos comerciales con Washington.
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India se mueve rápido, con el ojo en Washington
Uno de los ejemplos más llamativos es India, donde fuentes internas afirman que los funcionarios se apresuraron a conceder la aprobación regulatoria a Starlink con la idea de que esto ayudaría a suavizar las conversaciones comerciales con EE. UU..
La estrategia funcionó, al menos en lo inmediato: esta semana, la propuesta de Starlink fue aprobada, acercando su operación en el país.
¿Conflicto de intereses o “patriotismo corporativo”?
La Casa Blanca salió a aclarar que “la única prioridad es lo que sea mejor para el pueblo estadounidense”, y que no se tolerará ningún conflicto de intereses. Pero la narrativa no convenció a todos.
Algunos senadores demócratas ya pidieron investigar si Elon Musk ha usado su creciente influencia política para favorecer los intereses comerciales de sus propias empresas en el extranjero.
Mientras tanto, desde el Departamento de Estado se defendieron con un argumento más nacionalista: cualquier “estadounidense patriota” debería querer que una empresa de EE. UU. tenga éxito frente a competidores chinos.
Una declaración que resume, en pocas palabras, la lógica que guía muchas decisiones geopolíticas actuales.
Starlink no solo conecta pueblos... también conecta negocios
Más allá de las suspicacias, lo cierto es que Starlink está creciendo a pasos gigantes y parece estar jugando un papel cada vez más importante no solo como proveedor de conectividad, sino como ficha en el tablero diplomático global.
Con más países diciendo “sí” a sus satélites, y más gobiernos viendo en él una palanca de negociación, la expansión del internet espacial se vuelve tan política como tecnológica.
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Habrá que ver si este modelo de “conectividad diplomática” se sostiene… o si, como tantas veces, la geopolítica termina cortando los cables invisibles que unen al mundo.
