El 3I/ATLAS ha sido objeto de intenso escrutinio por parte de la comunidad astronómica desde su detección. Se trata de un objeto fundamental, pues es apenas el tercer cuerpo celeste confirmado que ha viajado desde otro sistema estelar hasta el nuestro, lo que subraya su importancia para estudiar la formación de planetas fuera de nuestra vecindad galáctica.
Sin embargo, el cometa ganó notoriedad pública y mediática debido a la intensa especulación sobre su origen. Científicos de alto perfil han debatido públicamente si su aceleración inusual y su trayectoria no gravitatoria podrían apuntar a que el objeto fuera una tecnología o una “nave alienígena” inactiva. Esta hipótesis, aunque atractiva para la ciencia ficción, requiere una verificación estricta para ser descartada o confirmada.
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El James Webb y MeerKAT: La tecnología que habló
Para zanjar el debate, los astrónomos recurrieron a la tecnología de observación más avanzada del planeta. Las pruebas recientes han sido contundentes, utilizando dos instrumentos clave: el Telescopio Espacial James Webb (JWST) y el radiotelescopio terrestre MeerKAT.
El JWST, con su capacidad de observar el universo en infrarrojo, logró identificar la composición molecular del cometa. Entre los hallazgos se confirmó la presencia de dióxido de carbono ($\text{CO}_2$) y hielo de agua ($\text{H}_2\text{O}$) en el núcleo del 3I/ATLAS. Paralelamente, el radiotelescopio MeerKAT, en Sudáfrica, detectó líneas de absorción de moléculas de sulfuro de carbonilo ($\text{OCS}$) y hidroxilo ($\text{OH}$), una señal de radio característica de los cometas rocosos ricos en volátiles. La detección de estos compuestos orgánicos y volátiles, comunes en los objetos congelados del espacio, confirma que el 3I/ATLAS es un cuerpo celeste natural.
IA y supercomputadoras: El rastreo imposible
La tarea de rastrear y estudiar al 3I/ATLAS no termina con la identificación de sus moléculas. Dada su órbita hiperbólica y su aceleración anómala, los científicos han tenido que recurrir a la Inteligencia Artificial y a la capacidad de cálculo de las supercomputadoras para modelar su trayectoria y su origen.
El uso de IA ha permitido analizar rápidamente la ingente cantidad de datos de movimiento y de variación de la luz, acortando el tiempo de modelado para determinar su ruta. Esta colaboración entre machine learning y la astrofísica es vital para caracterizar su órbita externa y validar que el cometa se formó fuera de nuestro sistema solar, hace miles de millones de años, ofreciendo una visión única sobre la formación de otros mundos.