En 1888, George Eastman revolucionó la fotografía con la primera cámara Kodak, simplificando el proceso y llevando la captura de imágenes al público en general. La cámara Kodak permitía tomar hasta 100 fotos con solo presionar un botón, enviando luego la cámara a la compañía para revelado y reproducción de las imágenes.
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Este enfoque innovador democratizó la fotografía, hasta entonces dominada por profesionales.
En sus mejores momentos, Kodak fue un gigante de la industria fotográfica, con modelos icónicos como las Brownie e Instamatic. Su eslogan “momento Kodak” se adoptó popularmente para eventos significativos.
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La compañía se expandió globalmente y diversificó en insumos cinematográficos y participación en proyectos militares, incluyendo colaboración con la CIA en el diseño de cámaras para el avión U-2 y suministro de sensores ópticos a la NASA.
En la década de 1980, Kodak enfrentó el desafío de la competencia japonesa, especialmente de Fujifilm. La pérdida de cuota de mercado fue evidente, y a finales de los noventa, la fotografía digital emergió como una tendencia disruptiva.
Aunque Kodak desarrolló cámaras digitales, la dirección optó por diversificar hacia la industria de la salud y no abrazar completamente lo digital.
Las malas decisiones tuvieron consecuencias: Kodak sufrió declives financieros, vendió divisiones y, en 2012, se declaró en bancarrota.
Sin embargo, la empresa resurgió en 2013 como una entidad tecnológica centrada en la creación de imágenes, ofreciendo soluciones de impresión, materiales químicos, insumos cinematográficos y cámaras digitales.
A pesar de no liderar el mercado de cámaras digitales, Kodak ha encontrado un nicho con productos populares en tiendas en línea. Su resiliencia demuestra la capacidad de adaptación de una empresa que ha evolucionado desde la era analógica hasta el mundo digital, manteniendo su presencia en la industria de la imagen.