Durante siglos, los mayas dejaron claro que su dominio del tiempo y los astros iba mucho más allá de lo que muchos imaginaban. Y aunque los expertos ya sabían que esta civilización podía predecir eclipses con asombrosa exactitud, todavía quedaban dudas sobre cómo lo hacían. Hoy, una nueva investigación acaba de arrojar más luz sobre este misterio, y sí: la explicación es tan fascinante como compleja.
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El código secreto estaba en el calendario
El estudio, publicado en Science Advances por investigadores de Nueva York, analiza uno de los documentos más valiosos de la astronomía maya: el Códice de Dresde.
Este antiguo manuscrito, elaborado hace siglos en la península de Yucatán, tiene apenas 3.5 metros de largo, pero guarda conocimiento digno de una enciclopedia astronómica.
Dentro de sus páginas, los científicos encontraron algo clave: una tabla con 69 fechas de luna nueva distribuidas a lo largo de 405 meses lunares.
¿La clave del éxito maya? Un sistema de superposición de ciclos que, al combinarse con su obsesiva observación del cielo, les permitió anticipar eclipses no solo en su región… ¡sino en otras partes del mundo también!
No era solo astrología, era ciencia matemática
Los mayas descubrieron que los eclipses tienden a repetirse en ciertos intervalos llamados “estaciones de eclipse”, separados por 6, 11 o 17 lunaciones.
Identificaron patrones y los organizaron en secuencias: la mayoría de las fechas de su tabla corresponden a momentos en los que realmente podría ocurrir un eclipse solar.
Pero aquí viene lo genial: para evitar errores causados por la desincronización natural entre los ciclos lunares y los nodales (esos que determinan si puede o no haber un eclipse), los mayas creaban tablas que no comenzaban desde cero, sino que se superponían en puntos clave.
Esto les permitía corregir desviaciones y afinar su sistema predictivo con cada nueva generación.
¿Y cómo sabemos que funcionaba?
Los investigadores compararon las fechas registradas por los mayas con los datos modernos de la NASA. El resultado fue impactante: una precisión casi milimétrica, considerando que este modelo fue desarrollado siglos antes de la existencia de telescopios.
Y lo más impresionante es que no crearon este sistema solo para predecir eclipses. En realidad, su objetivo original era sincronizar los ciclos lunares con su calendario sagrado, el Tzolk’in, de 260 días. La predicción astronómica surgió como un beneficio adicional al seguir cuidadosamente sus creencias y tradiciones.
Cuando ciencia, espiritualidad y cultura van de la mano
Este descubrimiento también apoya una antigua teoría: que el número mágico de 11,960 días, mencionado en muchos textos mayas, no estaba directamente ligado a los eclipses, sino a un modelo más amplio que conectaba los meses lunares con su visión del tiempo.
Para los mayas, la astronomía no era solo ciencia, era también una herramienta espiritual y ritual, totalmente integrada a su vida diaria. Y es justo esa combinación de precisión matemática con visión simbólica lo que los convierte en una de las civilizaciones más avanzadas del mundo antiguo.
En resumen
Mucho antes de telescopios, computadoras o satélites, los mayas ya sabían cuándo habría un eclipse, gracias a un modelo matemático tan elaborado que aún hoy sigue sorprendiendo a los científicos. ¿El secreto? Observar, registrar, repetir y ajustar con precisión quirúrgica.
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Y todo esto, con nada más que el cielo, el tiempo… y una inteligencia fuera de serie.

