Si el cine enseñó algo, es que un rayo láser siempre luce más limpio que un proyectil… hasta que alguien pregunta por la factura eléctrica y el sistema de refrigeración. Japón acaba de poner esa fantasía en versión industrial: un arma de energía dirigida instalada en un barco real, con potencia suficiente para dañar drones y “tocar” metal a distancia.
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No es la Estrella de la Muerte, pero sí un paso serio en una tendencia global: convertir la defensa antiaérea de corto alcance en un asunto de luz, sensores y estabilidad de plataforma.
Un láser de 100 kW en el JS Asuka, el “laboratorio flotante” japonés
El sistema fue instalado en el JS Asuka, un buque de pruebas de la Fuerza Marítima de Autodefensa japonesa.
En lugar de esconderlo, el montaje se ve claro: el equipo llega encapsulado en dos módulos tipo contenedor de 40 pies (unos 12 metros), con cúpulas que protegen la óptica y los componentes sensibles.
La entidad detrás del desarrollo es ATLA (Acquisition, Technology & Logistics Agency), el organismo del Ministerio de Defensa japonés que gestiona I+D y adquisiciones.
El fabricante principal señalado en reportes especializados es Kawasaki Heavy Industries, con un programa que se viene cocinando desde el año fiscal 2018.
¿Qué significa “100 kW” en un arma láser?
En términos divulgativos: es potencia suficiente para concentrar energía en un punto y calentar, quemar o deformar materiales, especialmente en objetivos pequeños y relativamente frágiles (como drones comerciales o de bajo costo).
Algunos reportes describen que el haz puede cortar o quemar superficies metálicas si mantiene el “contacto” el tiempo suficiente.
Un detalle técnico que se repite: el láser sería del tipo fibra, combinando 10 emisores de 10 kW para alcanzar un haz equivalente de 100 kW. Eso sugiere un enfoque modular: sumar potencia juntando “bloques” domésticos en lugar de apostar por un único monstruo tecnológico.
Lo que de verdad quiere derribar: drones y amenazas “baratas” que salen caras
La gracia (y la urgencia) está en el objetivo. La defensa moderna se está llenando de amenazas pequeñas, rápidas y económicas: drones, municiones merodeadoras y proyectiles de corto alcance.
Interceptarlos con misiles tradicionales funciona… pero puede ser un negocio ruinoso: gastar caro para tumbar barato.
Ahí es donde estos láseres venden su mejor argumento: “profundidad de cargador ilimitada”. No hay munición física; mientras haya energía disponible, el sistema puede seguir intentando interceptar blancos.
Y el costo por disparo, en teoría, se reduce de forma drástica frente a soluciones convencionales.
La fecha clave: pruebas en el mar después del 27 de febrero de 2026
Tras integración y chequeos en tierra, la fase interesante es la marítima: vibraciones, salinidad, bruma, viento, movimiento del buque, estabilidad del apuntado… y el enemigo natural de todo láser: la atmósfera.
Las fuentes que cubren el programa sitúan el inicio de pruebas reales después del 27 de febrero de 2026. En otras palabras: el sistema ya está montado, pero su examen final no es un laboratorio; es el océano.
El “detalle” que siempre acompaña a los láseres: potencia, calor y paciencia
Estos sistemas no son varitas mágicas. Un arma láser necesita:
- Mucha energía eléctrica constante.
- Un sistema de refrigeración serio (porque buena parte de la energía termina como calor).
- Tiempo de “iluminación” sobre el blanco: no siempre es un golpe instantáneo, a veces requiere mantener el haz para lograr efecto.
Además, condiciones como niebla, lluvia intensa o turbulencia pueden degradar el rendimiento. Por eso, en la práctica, suelen presentarse como parte de una defensa por capas: el láser para lo “barato y cercano”, otras armas para lo “más duro o más lejos”.
¿Star Wars? Sí, pero con manual de ingeniería
La comparación con Star Wars es inevitable porque el concepto es cinematográfico: luz que neutraliza amenazas sin explosiones gigantes. Pero la lectura real es más terrenal: Japón está probando una pieza que podría abaratar la defensa antidrón a gran escala, siempre que la física —y el mar— le den permiso.
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Lo importante no es si “corta acero” como en una película, sino si logra repetir resultados con estabilidad y costo razonable cuando el barco se mueve, el aire tiembla y los objetivos no cooperan.
