El almacenamiento moderno vive en una paradoja: nunca se generaron tantos datos… y nunca fue tan fácil perderlos por degradación, obsolescencia o simple mala suerte. Por eso, en vez de pelear por el último SSD más rápido, algunos investigadores llevan años persiguiendo una pregunta más básica: ¿y si los datos pudieran guardarse en algo tan estable como un vidrio?
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En esa liga juega el llamado “almacenamiento 5D”, una técnica que busca convertir un trozo de cristal en una cápsula del tiempo para información crítica.
Qué es el almacenamiento 5D en vidrio (y por qué se llama “5D”)
El apellido “5D” no viene de marketing holográfico, sino de la forma en que se codifica la información dentro del material.
En lugar de grabar datos en una superficie (como un disco) o en celdas eléctricas (como un SSD), aquí se “escriben” nanoestructuras dentro de un vidrio tipo sílice fundida usando pulsos láser ultrarrápidos (femtosegundos).
Las “cinco dimensiones” se pueden entender así: tres corresponden a la posición del punto grabado dentro del volumen (X, Y, Z), y las otras dos a propiedades ópticas de esa nanoestructura (por ejemplo, su orientación y cómo altera la luz).
Dicho simple: no es tinta en una página, es un patrón microscópico dentro del propio cristal.
Por qué esto podría aliviar (al menos en parte) el drama del hardware
La promesa grande no es que reemplace al SSD del notebook mañana, sino que cambie el juego del “archivo frío”: backups, históricos, repositorios científicos, gobiernos, cine, hospitales, y cualquier cosa que hoy vive en cintas, discos y copias redundantes.
Según reportes sobre esta línea de desarrollo, un disco de vidrio puede llegar a concentrar alrededor de 360 TB (en formatos tipo “disco” compacto), con una durabilidad teórica extrema, mencionada incluso como comparable a la edad del universo en condiciones adecuadas.
Y como el vidrio es químicamente estable, también aguanta muy bien temperatura, radiación y paso del tiempo frente a soportes magnéticos o memorias flash.
En otras palabras: no es “más rápido”, es “más eterno”.
El elefante en la habitación: velocidad y costos
Aquí viene el golpe de realidad. A día de hoy, la escritura y lectura todavía están lejos del ritmo al que se mueve un SSD moderno.
En los reportes más citados, se habla de velocidades actuales alrededor de 4 MB/s de escritura y 30 MB/s de lectura, con un objetivo de escalar hacia unos 500 MB/s a medida que madure el ecosistema de hardware.
También hay barreras de precio.
La apuesta de comercialización que más está sonando en 2025 la lidera SPhotonix, que apunta a pilotos en centros de datos: se estima que el equipo de escritura podría rondar los US$30.000 y el lector unos US$6.000, con ventanas de disponibilidad relativamente cercanas para entornos profesionales.
Eso deja claro el enfoque: por ahora, no es para “guardar fotos del gato”, sino para organizaciones que gastan fortunas en preservar datos durante décadas.
Entonces… ¿solución a la crisis de SSD?
Si la “crisis” significa precios, stock y upgrades domésticos, el 5D en vidrio no llega como sustituto directo.
Pero si la crisis se lee como un problema de largo plazo (retención, degradación, costos de conservación y migraciones constantes de formato), este vidrio sí puede convertirse en una salida elegante: menos reemplazos, menos copias, menos pánico.
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Lo interesante es que, mientras el mundo corre por más gigas, esta tecnología propone otro lujo: que la información sobreviva a sus dueños. Y eso, en 2025, empieza a sonar menos raro que necesario.

