En pleno maratón global por la inteligencia artificial, Vladimir Putin movió ficha: un grupo de trabajo nacional que sincronice el desarrollo de modelos generativos propios. No es un capricho técnico, sino una bandera política: soberanía tecnológica en un mundo donde los LLM ya moldean la opinión pública.
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Objetivo: menos dependencia de Silicon Valley y Shenzhen; más gigaflops con acento ruso.
Soberanía primero: por qué Moscú quiere su propio ChatGPT
El mensaje fue directo: los grandes modelos de lenguaje son infraestructura de poder blando. Si influyen en lo que países enteros leen y piensan, dejar esa llave en manos extranjeras es un lujo que el Kremlin no quiere permitirse.
Por eso el plan pide un “stack” completo local: datos, cómputo, modelos y productos. En español llano: que la cadena vaya del centro de datos a la app, sin escalas fuera de Rusia.
Tareas para la casa: centros de datos… con mini centrales nucleares
El grupo deberá trazar un mapa de nuevos data centers “de costa a costa” y garantizarles energía cerca y barata. La propuesta estrella son pequeñas centrales nucleares (SMR) como enchufe premium de la nube nacional.
La lógica es simple: sin vatios, no hay teraflops. Y sin teraflops, no hay IA que valga.
Gigachat y Yandex GPT: los caballos ya están en la pista
Rusia no parte de cero. Sberbank (reconvertido de banco a empresa tech) presume Gigachat, y Yandex impulsa Yandex GPT. Sber mostró a Putin todo el catálogo “IA-powered”: desde robots humanoides hasta cajeros con chequeo de salud.
El grupo de trabajo deberá orquestar estándares, seguridad y casos de uso para que estos modelos no vivan en islas.
Meta económica: IA que sume 11 billones de rublos al 2030
Para que el plan deje de ser discurso, Kremlin fija KPI: que la IA aporte más de 11 billones de rublos al PIB en 2030. La ruta incluye un plan nacional de implementación, adopción masiva en ministerios y empresas, y métricas de productividad. Si suena a OKR estatal, es porque lo es.
El elefante en la sala: sanciones, chips y creatividad forzada
La contra-marea es conocida: sanciones occidentales que complican la importación de hardware y microchips. Traducido: menos GPU de última generación y cadenas de suministro más costosas.
El grupo deberá ingeniar sustitución de importaciones, alianzas “creativas” y optimizaciones para exprimir cada vatio. También tocará priorizar tareas: entrenar menos, afinar más, y reciclar parámetros con cabeza.
“Regulen, pero poquito”: el equilibrio que busca el Kremlin
Putin alertó contra la sobre-regulación (nadie quiere matar la innovación en la cuna), pero dejó una línea roja: para seguridad nacional e inteligencia, solo modelos rusos, y datos dentro del país. Es la versión IA del “datos soberanos”: si algo es estratégico, no viaja.
Qué viene ahora: coordinación, casos de uso y adopción real
En corto, el grupo de trabajo tendrá que:
- Planificar infraestructura (ubicación de data centers, contratos de energía, conectividad).
- Definir estándares de seguridad, privacidad y evaluación de modelos.
- Alinear industria y Estado para desplegar IA en trámites, salud, educación, finanzas y manufactura.
- Formar talento (desde etiquetado y MLOps hasta física de reactores, literalmente).
- Medir impacto con indicadores públicos que eviten el “IA-washing”.
El titular detrás del titular
Rusia asume que la IA ya no es una “app simpática”, sino una capa estratégica como lo fue la electrificación o internet. El grupo de trabajo es la herramienta política para cerrar brechas de hardware, ordenar el ecosistema y blindar datos sensibles.
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Si la apuesta por mini-nucleares + centros de datos y modelos locales resulta, Moscú reduce su dependencia tecnológica. Si no, el cuello de botella se llamará chips… y la soberanía, una promesa en versión beta.

