La línea entre la inspiración y el fraude se acaba de volver digital, y la víctima es la industria editorial. Dos escritoras que estaban preseleccionadas para un prestigioso premio de ciencia ficción fueron descalificadas en una decisión polémica del jurado.
¿La razón? El uso de Inteligencia Artificial generativa (como Midjourney o DALL-E) para crear las portadas de sus obras. El incidente ha abierto una herida que la Big Tech se había esforzado por ocultar: ¿La IA es una herramienta legítima para la creación artística o una trampa que devalúa el trabajo humano? La respuesta del jurado ha sido un no rotundo.
Lee también: “Malaria o 0,1°C de calor”: Bill Gates propone un giro radical en la lucha climática y desata la polémica
El conflicto: Imagen generada vs. imagen creada
El escándalo se desató cuando un miembro del jurado, alertado por el estilo “demasiado perfecto y pulido” de una de las portadas, investigó su origen y descubrió que las imágenes habían sido generadas mediante prompts de IA.
La mayoría de los concursos literarios estipulan que tanto el contenido como la presentación deben ser obra original y con derechos de autor verificables por el participante.
El jurado dictaminó que una imagen generada por un software que se entrena con miles de millones de obras de artistas humanos sin su consentimiento no cumple con el requisito de “originalidad”. La IA es vista como una herramienta de plagio sofisticado que utiliza el trabajo ajeno para crear un collage de alta calidad.
Las autoras descalificadas se defendieron argumentando que el diseño de la portada es un proceso iterativo que requiere prompts artísticos y decisiones de composición, lo que calificaría a la IA como una “herramienta de diseño”, similar a Photoshop.
El problema central es que las leyes de copyright aún no se ponen de acuerdo sobre quién es el autor legal de una imagen generada por IA: ¿El usuario que escribió el prompt? ¿La compañía (OpenAI, Midjourney)? ¿O los artistas cuyos datos fueron utilizados para el entrenamiento?
La guerra en la industria editorial
Este caso pone de relieve una tensión creciente que está desangrando la industria del diseño editorial.
El uso de IA en las portadas permite a los autores indie y a las editoriales pequeñas saltarse el costo de contratar a un ilustrador o diseñador gráfico humano. Esto ya está provocando un desempleo masivo en el sector creativo.
La decisión del jurado es un acto de resistencia cultural. Es un intento de establecer una frontera ética y defender el valor intrínseco de la mano y la visión humana frente a la eficiencia fría y algorítmica de la máquina.
El futuro de la creatividad parece estar en una encrucijada legal: o la industria se adapta rápidamente a la IA, o la rechaza categóricamente, creando un cisma entre lo “hecho por el hombre” y lo “hecho por la máquina”.