Shein se ha ganado un lugar en los armarios de millones de jóvenes por su ropa barata y tendencias relámpago. Pero en Francia, su catálogo interminable ha dejado de ser sinónimo de moda y se ha convertido en un verdadero dolor de cabeza para las autoridades.
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La plataforma enfrenta una investigación penal por vender productos ilegales, un episodio que expone un problema mucho más grande: los agujeros del control en los mercados online y la impunidad con la que operan miles de vendedores externos.
Francia dice basta: Shein bajo investigación por artículos ilegales
El gobierno francés ha lanzado una ofensiva contra Shein por permitir la venta de muñecas sexuales con apariencia infantil y armas prohibidas.
La fiscalía de París confirmó que la investigación forma parte de un esfuerzo más amplio por frenar los abusos en el comercio electrónico, en el que también están implicadas plataformas como Temu, AliExpress y Wish.
Según las autoridades, estas plataformas no solo han permitido el acceso de menores a contenido pornográfico, sino que además han inundado el mercado europeo con productos ilegales, falsificados y potencialmente peligrosos.
La magnitud del problema es abrumadora. En 2024, la Unión Europea importó más de 4.600 millones de paquetes de bajo valor desde Asia, el doble que el año anterior. Muchos de ellos entran sin pagar aranceles ni pasar controles de calidad. En palabras del ministro francés Jean-Noël Barrot, “en este flujo masivo de pequeños paquetes que inundan nuestras ciudades y pueblos hay productos falsificados, insalubres e ilícitos.”
Un catálogo fuera de control
Shein se ha convertido en un monstruo del e-commerce con más de 10 millones de productos listados. La mayoría no proviene de la propia marca, sino de miles de vendedores externos que suben artículos sin pasar por una revisión manual.
“El catálogo de Shein es tan grande que nadie lo controla realmente. Es como luchar contra molinos de viento”, dijo Sylvia Maurer, de la organización europea de consumidores BEUC.
La empresa, por su parte, afirma que utiliza herramientas automáticas para detectar contenido inapropiado y que cuenta con 900 moderadores humanos en todo el mundo. Sin embargo, los críticos aseguran que el volumen es simplemente inabarcable.
El dilema legal: mucha venta, poca responsabilidad
El problema se agrava porque, según la legislación europea actual, las plataformas no son consideradas “importadores”, lo que las exime de responsabilidad directa sobre los productos que venden terceros.
“Esto deja a las autoridades sin nadie a quien responsabilizar dentro de la Unión Europea”, explicó Gabriela da Costa, abogada de K&L Gates.
Francia quiere cambiar eso. Las autoridades aduaneras ya han inspeccionado más de 100.000 paquetes en el aeropuerto Charles de Gaulle buscando pruebas de artículos ilegales enviados por Shein.
Entre ellos, no solo las infames muñecas sexuales, sino también cosméticos falsificados, ropa con materiales no certificados y productos peligrosos para la salud.
El lado oscuro del “todo vale” online
El auge de plataformas como Shein, Temu y AliExpress ha cambiado la forma de comprar, pero también ha abierto un campo minado de problemas éticos y legales.
Para Pascal Lamy, ex secretario general de la OMC, el caso es claro: “Shein no puede decir ‘no sé lo que hay en mi plataforma’. Es como las redes sociales: no puedes fingir que no ves lo que circula en tus propios canales.”
Mientras tanto, Francia parece decidida a usar todos los medios legales para poner freno a este fenómeno. Y aunque Shein insiste en que se trata de “errores aislados”, el daño a su reputación ya está hecho.
Entre la moda rápida y la fiscalización lenta
Shein sigue creciendo a toda velocidad, pero su éxito global se ve cada vez más empañado por acusaciones de explotación laboral, contaminación y ahora, venta de productos ilegales.
El caso en Francia no es solo una investigación más: es una advertencia. Los gobiernos empiezan a decir “basta” a un modelo que prioriza la velocidad y el bajo costo sobre la seguridad y la ética.
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Y aunque la empresa se defiende asegurando que “reforzará sus sistemas de control”, lo cierto es que su catálogo infinito podría ser su peor enemigo. Porque en la era del fast fashion y el comercio instantáneo, la línea entre lo accesible y lo inaceptable parece más delgada que nunca.

