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Es oficial: Nvidia es la empresa más valiosa de la historia

El auge de la inteligencia artificial llevó al fabricante de chips a superar los 5 billones de dólares en valor de mercado, desbancando a Apple y Microsoft.

Archivo - NVIDIA NVIDIA - Archivo (NVIDIA/Europa Press)

Hay empresas grandes, hay gigantes… y luego está Nvidia, que acaba de mirar desde arriba a todas las demás. Con más de 5 billones de dólares de capitalización bursátil, la compañía de Jensen Huang se coronó como la empresa más valiosa jamás registrada. Todo gracias a una fiebre mundial por la inteligencia artificial que parece no tener techo, y a unos chips que hoy valen casi tanto como el oro (pero con más transistores).

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De los videojuegos al trono financiero

Lo que empezó como una compañía centrada en tarjetas gráficas para gamers se ha convertido en el motor de la revolución de la IA. En menos de dos años, las acciones de Nvidia se multiplicaron por doce, impulsadas por la demanda insaciable de chips para entrenar modelos como ChatGPT.

El anuncio que encendió la mecha llegó esta semana: 500.000 millones de dólares en pedidos de procesadores de inteligencia artificial, junto con un plan para construir siete superordenadores para el Gobierno de Estados Unidos. Con eso, el mercado hizo lo que mejor sabe hacer: disparar los precios.


En solo tres meses, Nvidia pasó de 4 a 5 billones de dólares en valor, dejando atrás a Apple y Microsoft. Y Huang, su carismático CEO, aprovechó su conferencia en Washington D. C. para dejar claro que, según él, “no hay burbuja de IA”, solo una ola de valor real que las empresas están dispuestas a pagar.

La fiebre del silicio

Nvidia no solo vende chips: vende el corazón del futuro digital. Sus procesadores Blackwell y Rubin, los más codiciados del mercado, tienen lista de espera hasta 2026. La empresa espera fabricar 20 millones de unidades de su nueva generación, cinco veces más que su línea anterior, Hopper.

Este frenesí ha contagiado a toda la economía. Los inversores apuestan sin descanso por la IA, y Nvidia es su faro. Tanto, que su valor de mercado ya supera al de todo el mercado de criptomonedas combinado.

Pero donde hay euforia, también hay cautela. Algunos analistas empiezan a preguntar si esta historia se parece demasiado a otras burbujas tecnológicas. Matthew Tuttle, de Tuttle Capital Management, lo resume con un toque de escepticismo:

“Cuando los inversores empiecen a querer efectivo en lugar de promesas, algunos engranajes podrían detenerse.”

Política, contratos y mucho lobby

El ascenso de Nvidia no solo se explica con innovación: también con estrategia política. Durante su discurso en Washington, Jensen Huang elogió a Donald Trump por fomentar la inversión tecnológica en EE. UU. y advirtió de los riesgos de excluir a China del ecosistema de IA.

En tono casi diplomático, agradeció al público por “hacer América grande de nuevo”.

Detrás de sus palabras hay intereses concretos. Las restricciones comerciales con China han costado a Nvidia miles de millones, y la compañía busca reforzar su vínculo con el gobierno estadounidense para garantizar contratos, subsidios y estabilidad regulatoria.

La conferencia también fue un escaparate de alianzas: Uber, Palantir, CrowdStrike, Nokia y Eli Lilly formarán parte de su ecosistema de proyectos. Desde robotaxis con tecnología Nvidia hasta superordenadores farmacéuticos, la compañía se ha vuelto omnipresente.

El vértigo del éxito

A estas alturas, Nvidia vale tanto como medio continente. Su CEO, Jensen Huang, acumula una fortuna personal de más de 179.000 millones de dólares, ubicándose entre los ocho más ricos del planeta.

Pero incluso desde la cima, persisten las dudas. La industria tecnológica depende cada vez más de un solo proveedor, lo que plantea preguntas sobre el riesgo de concentración. Y como recuerdan los economistas, cada auge tecnológico acaba encontrando su corrección.

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Aun así, Nvidia sigue pisando el acelerador, con la convicción de que la inteligencia artificial no es una moda pasajera, sino el nuevo lenguaje del poder económico mundial. Y por ahora, todos los caminos —y los cables de datos— llevan a Jensen Huang.

       

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