Mientras la inteligencia artificial conquista titulares y transforma industrias, hay algo que no avanza igual de rápido: la capacidad de los países para regularla. Así lo advirtió Kristalina Georgieva, directora del Fondo Monetario Internacional (FMI), quien aseguró que el mundo aún no tiene listas las reglas éticas ni legales necesarias para lidiar con esta tecnología.
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Y lo peor: no se está haciendo lo suficiente para solucionarlo.
La IA corre y los países trotan
Georgieva fue clara durante una charla con organizaciones de la sociedad civil: las economías más avanzadas —principalmente Estados Unidos— están a la cabeza de esta revolución tecnológica. Algunos países como China también tienen un lugar en el podio. ¿Y los países en desarrollo? Van muy, muy atrás.
Según el FMI, esa brecha tecnológica y regulatoria se está ampliando, lo que hace cada vez más difícil que los países con menos recursos puedan ponerse al día y aprovechar el potencial de la inteligencia artificial.
¿Y si todo esto se sale de control?
Días antes, Georgieva ya había lanzado una advertencia sobre las burbujas en los mercados financieros: las expectativas por la IA podrían estar inflando las valoraciones al estilo del boom del internet de los 2000. Y si el entusiasmo se desploma, los países en desarrollo serán los más golpeados.
Por eso, el FMI está animando a estas naciones a enfocarse en lo esencial: mejorar su infraestructura digital y capacitar a su población para la economía del futuro.
La gran falla: ética y regulación
Para medir cuán preparados están los países para la inteligencia artificial, el FMI creó un “índice de preparación”, basado en cuatro pilares: infraestructura, habilidades laborales, innovación y regulación ética.
Y aquí viene el dato clave: donde el mundo está fallando con más fuerza es en el último punto. Según Georgieva, ni siquiera existe todavía una base sólida de normas éticas o regulatorias para lo que se viene.
Un llamado urgente a actuar
“Quedarse quieto es quedarse atrás”, advirtió. Por eso, pidió a los grupos de la sociedad civil que hagan ruido, exijan acción y no dejen pasar la oportunidad de influir en cómo se maneja una de las tecnologías más poderosas del siglo.
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En resumen: la IA avanza sin freno, pero sin reglas claras. Y si no se actúa pronto, muchos países podrían quedar fuera del juego antes de que empiece.