El Internet que conocimos, construido bajo la promesa de un acceso libre y anónimo para todos, está llegando a su fin. Hemos entrado oficialmente en la era de la “verificación de edad” (age-gating), donde para acceder a una porción cada vez mayor del contenido, las plataformas ya no confiarán en una simple fecha de nacimiento, sino que exigirán una prueba verificable de quién eres.
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La transición está siendo forzada por nuevas normativas de seguridad en línea, siendo la Ley de Seguridad Online del Reino Unido y políticas similares en Australia las principales catalizadoras. Estas leyes obligan a las empresas tecnológicas a garantizar que los menores de edad no accedan a contenido potencialmente dañino, trasladando la responsabilidad de la identificación a las propias plataformas.

Las tecnologías en la mira: Biometría e IA
Ante la exigencia de un control de acceso estricto, las empresas están recurriendo a métodos de identificación que plantean serias dudas sobre la privacidad:
- Identificación Biométrica y Facial: Este método utiliza la Inteligencia Artificial (IA) para analizar los rasgos faciales del usuario, generalmente a través de una selfie, y estimar o confirmar su edad. Sin embargo, este proceso es inherentemente propenso a errores y genera preocupación por la recopilación de categorías especiales de datos personales (datos biométricos). Además, siempre existe el riesgo de que los menores simplemente utilicen la imagen de un adulto para saltarse la barrera.
- Análisis de Patrones de Uso: Otros sistemas verifican la edad por inferencia, analizando el historial de navegación del usuario, su contenido generado en línea, sus patrones de compra o incluso mediante cuestionarios que evalúan su “madurez”.

En la práctica, esto significa que la red está migrando de ser un espacio abierto a un sistema donde, para navegar, podríamos tener que demostrar nuestra identidad y edad, un escenario que muchos han denominado la internet de “muéstreme sus papeles” (papers, please).
El fin del anonimato y la privacidad
La implementación masiva de la verificación de edad representa una amenaza directa a la privacidad y el anonimato, pilares que históricamente han sido fundamentales para la libertad de expresión y la experimentación en línea.
El problema central no es el objetivo de proteger a los menores, sino los métodos invasivos elegidos. Al exigir datos biométricos y análisis de comportamiento profundo, las plataformas, y potencialmente los gobiernos a través de la regulación, están estableciendo las bases para un sistema de vigilancia digital omnipresente.

La internet que se está construyendo es una donde cada usuario está constantemente bajo escrutinio, y donde la promesa de la navegación libre es reemplazada por una nueva normalidad de identidad verificada y gatekeeping digital.

