Estados Unidos está empezando a sudar frío. China avanza con paso firme hacia la Luna, y mientras tanto, el proyecto Artemis tambalea sobre la promesa de una nave que aún no está lista. Starship, la gran apuesta de Elon Musk, empieza a perder puntos en confianza. Pero la NASA ya tendría un plan B, y no viene de un novato: Jeff Bezos quiere su revancha con Blue Origin.
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La misión Artemis y el hilo que la sostiene
El plan de la NASA para volver a la Luna tiene nombre y apellido: Artemis III. La idea original era sencilla sobre el papel: enviar astronautas en la nave Orion, lanzada por el cohete SLS, y luego usar la Starship de SpaceX para llevar a dos personas hasta la superficie lunar.
Pero la realidad ha sido más compleja. Starship depende de repostajes en órbita y tecnologías que todavía no están listas. Y aunque SpaceX ha hecho avances, las dudas crecen. Musk ha dejado claro que su prioridad es Marte, no la Luna. Y eso preocupa.
El plan B: Bezos al rescate
Según una investigación del periodista Eric Berger, la NASA podría estar considerando una alternativa para no quedarse mirando cómo China planta su bandera primero. Y esa alternativa tiene nombre: Blue Origin.
Bezos, que hace años demandó a la NASA por elegir solo a SpaceX, ahora está de regreso con una propuesta que suena mucho más práctica. Su nave Blue Moon Mark 1, pensada originalmente para carga, estaría siendo modificada para llevar tripulación. ¿La ventaja clave? No necesita repostar en órbita.
¿Un regreso al estilo de 1969?
Blue Origin apuesta por una arquitectura más simple: lanzar varios módulos Blue Moon MK1 que suben y bajan de la Luna sin complicaciones. Nada de repostajes, nada de operaciones en cadena. Solo una nave, combustible suficiente y una misión clara.
Una estrategia que recuerda al Apolo 11: sin florituras, solo ir, pisar la Luna y volver. Y si todo va según lo planeado, Bezos podría tenerlo listo antes de 2030, el mismo año en el que China planea su primera misión tripulada lunar.
La obsesión de EE. UU. por ganarle a China
Lo de “carrera lunar” no es solo un título sensacionalista. En Washington, la narrativa es clara: no se puede permitir que China llegue primero. Y esta presión política se ha colado hasta en las decisiones técnicas de la NASA.
La Casa Blanca ha prohibido incluso que haya ciudadanos chinos en reuniones relacionadas con Artemis. Y el nuevo jefe interino de la agencia, Sean Duffy, no oculta su postura: “Vamos a ganar a los chinos en la Luna”.
Pero el verdadero objetivo no es solo la gloria. Es el control de los recursos lunares. Quien logre instalar una base permanente primero, tendrá ventaja en una futura economía espacial. Y ese país, quiere ser Estados Unidos.
¿Elon Musk queda fuera del juego?
No exactamente, pero su enfoque marciano no ayuda. Mientras Starship sigue enfrentando desafíos técnicos, la confianza institucional en el proyecto comienza a erosionarse.
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Blue Origin no solo parece tener una solución más simple, también está en el momento justo para aprovechar las dudas sobre SpaceX. La NASA necesita una nave que esté lista a tiempo, y si eso significa dejar de apostar solo por Musk, parece que están listos para hacerlo.

