La pelea tecnológica más mediática de la década acaba de sumar un capítulo inesperado. Sam Altman, cofundador de OpenAI, está impulsando Merge Labs, una compañía enfocada en interfaces cerebrales que apunta justo al bastión de Elon Musk: los implantes neuronales.
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La jugada no solo reaviva su rivalidad, también acelera la carrera por convertir la interacción mente–máquina en un negocio real y masivo.
Merge Labs: cuánto vale la apuesta y quién mueve los hilos
Según avanzó la prensa financiera, Merge Labs busca levantar 250 millones de dólares con una valoración objetivo cercana a 850 millones.
El dinero provendría, en gran parte, del brazo de inversiones de OpenAI, mientras Altman se mantendría fuera de la gestión del día a día y no pondría capital propio.
La dirección operativa recaería en Alex Blania, el mismo ejecutivo detrás de Worldcoin, el proyecto de verificación mediante escaneo de iris que también cuenta con el respaldo de Altman.
Por qué Altman entra al terreno que Musk considera “suyo”
Neuralink ocupa hoy el centro del ecosistema de interfaces cerebro–máquina, con una valoración que ronda los 9.000 millones de dólares y financiamiento de firmas como Sequoia y Thrive.
Pero Altman lleva años pregonando la idea de “fusionarnos” con la tecnología y ve en la combinación de sensores de nueva generación e IA una autopista para saltar del laboratorio al producto.
Competir aquí no es solo un movimiento de negocios; es una declaración de principios frente a su antiguo socio en OpenAI, con quien rompió lanzas en 2018.
Un mercado que ya no es ciencia ficción
Los implantes cerebrales existen desde hace décadas en entornos médicos, pero el salto reciente ocurre cuando los modelos de IA permiten decodificar señales neuronales con más precisión y menos ruido.
Startups como Synchron ya implantaron dispositivos en pacientes humanos; otras, como Precision Neuroscience, avanzan en enfoques menos invasivos.
En ese mapa, Merge Labs llega con el músculo de la IA generativa y la promesa de cerrar el “loop” entre pensamiento, decodificación y acción digital.
Las proyecciones más conservadoras hablan de un mercado que podría rozar los 3.700 millones de dólares para 2027, con espacio para varias tesis tecnológicas.
Musk vs. Altman: del chatbot al chip
La tensión entre ambos dejó de ser tuitera hace rato. Musk despegó con xAI para competir con ChatGPT; Altman ahora invade el territorio emblema de Musk. La narrativa es potente: dos visiones del futuro peleando por quién define el interfaz definitivo.
Neuralink presume cirugías robóticas y primeras demostraciones públicas; Merge promete acelerar el software y la interpretación con los últimos avances en modelos multimodales.
Desafíos técnicos, éticos y regulatorios
La ruta no es sencilla. Para pasar del laboratorio a la sala de estar se necesitan pruebas clínicas sólidas, aprobación regulatoria y, sobre todo, confianza social.
La privacidad neuronal asoma como el gran tema: quién accede, cómo se anonimizan las señales y qué garantías hay de que un implante no sea un vector de vigilancia.
Altman, que viene alertando de riesgos de la IA como la clonación de voces, deberá demostrar que su propuesta es segura, reversible cuando sea posible y transparente de punta a punta.
Qué podría cambiar si Merge acierta
Si Merge Labs consigue una interfaz menos invasiva, con instalación de menor riesgo y software que “entiende” el pensamiento con latencia baja, veremos aplicaciones más allá del ámbito clínico.
Desde control de dispositivos y asistencia para personas con movilidad reducida, hasta nuevos formatos de productividad, música o gaming que hoy suenan a ciencia ficción. Con IA en el centro, el valor no estará solo en el hardware, sino en el modelo que mejor traduzca el cerebro al mundo digital.
Lo que sigue en esta carrera
Neuralink mantiene la delantera en hardware implantable. Merge pisa el acelerador en capital, talento y software. Synchron y otros actores avanzan en paralelo con técnicas más conservadoras.
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La diferencia la marcará quién logre el trinomio que manda en consumo masivo: seguridad, utilidad clara y experiencia sin fricciones. Si Altman eligió “pegar donde duele”, es porque cree que ahí puede ganarle a Musk con su arma favorita: la IA.

