Para nadie es innegable que la inteligencia artificial posee una capacidad extraordinaria para hacer actividades complejas que requieren de mucha inteligencia y creatividad, sin embargo, esta tecnología ha evidenciado su incapacidad para realizar tareas tan sencillas como levantar algo del piso, atarse los cordones de los zapatos e incluso experimentar sentimientos.
A este reto que está presente en la inteligencia artificial y la robótica se le conoce como ‘La paradoja de Moravec’. Pero, ¿por qué las cosas más simples son las más difíciles de aprender para la IA?
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La razón principal, por la que a la inteligencia artificial le resulta complicado imitar algunas habilidades propias del ser humano, se debe a que tuvieron que pasar millones de años de evolución natural para que el hombre las desarrolle. Por lo tanto, a este tecnología no le va a resultar tan sencillo hacerlo.
Esto es porque cuando enseñamos a la inteligencia artificial, lo que se aplica es ingeniería inversa, es decir, el esfuerzo para copiar una capacidad humana será proporcional al tiempo que tardó en consolidarse.
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“¿Hace cuánto que podemos hablar del hombre inteligente, de la razón? En comparación con otros procesos evolutivos, el tiempo es muchísimo menor, por lo que podemos codificar y replicar esto con mayor éxito”, señala Gonzalo Zabala, investigador en Robótica de la Universidad Abierta Interamericana.
Sin embargo, actuar por reflejo ante una situación imprevista o realizar actividades motoras, son tareas imposibles de realizar por la inteligencia artificial, ya que requieren de enormes esfuerzos computacionales.
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¿A quién debemos esta paradoja?
Esta paradoja fue descubierta por el investigador en robótica, Hans Moravec en 1988, quien establece que “es relativamente fácil conseguir que los ordenadores muestren capacidades similares a las de un humano adulto en un test de inteligencia o a la hora de jugar a las damas, y muy difícil lograr que adquieran las habilidades perceptivas y motoras de un bebé de un año”