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Profe, el perro no se comió mi tarea, la hizo ChatGPT

La Inteligencia Artificial no debe convertirse en la nueva enemiga de los maestros, sino en una herramienta que cambie su modo de enseñar.

El idealismo de la docencia termina cuando de un profesor a lo ‘Francisco el Matemático’ o ‘Good Will Hunting’ uno se termina convirtiendo más bien en el Sherlock Holmes interpretado por Benedict Cumberbatch por causa de estudiantes que sin mucho tiempo/con mucha pereza /ambas deciden copiar de algún lado lo que tienen que explicar en una tarea o un trabajo. Y plataformas como Google o Turnitin han ayudado a más de un maestro/detective a detectar faltas a la integridad académica.

Pero, con el advenimiento de la Inteligencia Artificial todo ha cambiado: el estudiante no le está copiando a alguien más, sino que la máquina sencillamente hace su trabajo por él.

Esto, al acceder a plataformas como ChatGPT, por ejemplo, que desde su lanzamiento a finales de noviembre ya tiene una cuarta versión y que para enero ya tenía cien millones de usuarios. Tan sólo con darle una orden para escribir sobre cualquier tema, se realiza un escrito genérico, con ortografía y puntuación perfectas y esto puede pasar como cualquier trabajo realizado- perfectamente- por un estudiante cualquiera.

Así, el uso de la herramienta ha llevado incluso a que instituciones de Estados Unidos hayan comenzado a prohibir su uso y a considerarlo una herramienta para cometer plagio. Y en ese sentido, por ejemplo, han aparecido también plataformas que detectan ya escritura de Inteligencia Artificial, como la misma ChatGPT, aunque no con tanta precisión como GPTZero, aplicación gratuita que, según su info, tiene alrededor de un millón de usuarios y que fue creada por Edward Tian, un estudiante de 22 años de Princeton.

La app insiste desde su comunicación que la tecnología se debe de adoptar de forma responsable, porque llegó para quedarse y lo revolucionará todo. Y en esto insisten compañías como Turnitin, una de las grandes aliadas anti-plagio para los maestros, que han desarrollado también su propia plataforma y que lanzarán en las próximas semanas. No es cuestión de prohibir, sino de verla como herramienta educativa.

Al fin y al cabo, todas las tecnologías de la historia humana sólo han aparecido. El punto es la integridad de su uso.

Profe, ¿cómo así que va a evaluar con Inteligencia Artificial?

No suena descabellado. En la creatividad y en la forma de cómo puede agilizar procesos automatizados en educación, la Inteligencia Artificial es una herramienta útil. “Es una herramienta superpoderosa, tanto como para estudiantes como para profesores. A un maestro le puede servir para crear el esquema de una presentación, puede inspirar tipos de preguntas que se les pueden servir a los estudiantse, o para una lluvia de ideas. Esto también sirve para los estudiantes. Para ayudarles en bloqueos, o crear esquemas de algo que hacen. Todo depende del maestro, que tiene que poner el tema sobre la mesa y establecer reglas con los estudiantes sobre cómo usar esta herramienta. Pero es un hecho: esto cambiará la forma de evaluar. Y esto tampoco implica omitir la escritura, porque es un proceso de pensamiento importante. Por ejemplo, que la máquina escriba cuatro ensayos y proponerle al estudiante modificar o criticar lo propuesto por la misma”, le explica a PUBLIMETRO Catalina Londoño, vocera de Turnitin LATAM.

Pero claro, nunca falta el estudiante ‘vivo’. Es por eso que los detectores son importantes, aunque algunos sí generan falsos positivos. “Es importante hacerlo, porque es un trabajo no original, porque en ese sentido nadie lo ha escrito antes, pero no lo escribí yo. Y me están calificando a mí. Se lo copié a un robot. No a otro”, añade.

Ahora, cualquier maestro con olfato, aún con procesos pedagógicos que comiencen a poner el tema sobre la mesa, puede saber que un estudiante que no es un García Márquez ahora escribe como si fuese un redactor senior del New York Times algo está haciendo. Y las características de los textos, son, precisamente, que son genéricos, planos. Así que los detectores muestran precisamente estos patrones comunes que han ahondado una brecha de desconfianza creciente.

“Hay que entender que esta revolución va a ser como la pandemia, en la que todos tuvimos que ser virtuales. Al que no le gusta la tecnología, le va a tocar aprender a la fuerza y a los que están reacios (instituciones y docentes), les va a tocar aprender sin duda. El punto es que hay que restablecer esa confianza minada en este momento, porque los maestros están nerviosos. Y parte de esto es contar para qué y cómo se puede usar la Inteligencia Artificial en un trabajo y delimitar hasta dónde es ético usarla. Así, empezar el diálogo para generar de nuevo esta confianza. Porque el talento único del estudiante, ChatGPT no lo va a resolver”, concluye Londoño.

En estos próximos años será bastante interesante ver cómo se desarrollan mecanismos pedagógicos de enseñanza y evaluación con la Inteligencia Artificial. Y en lugares donde la tecnología es el enemigo (si le suena la prohibición de smartphones y redes sociales, esos educadores van como cierto banco, por el lugar equivocado), se abrirá una brecha hacia un fenómeno que es imparable y en el que quienes son divulgadores de conocimiento deberían estar siempre, un paso más adelante.

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