Dragon Ball Z acostumbró a su audiencia a finales con una lógica clara: un villano definido, un héroe que carga el peso dramático y un camino de escalada que se siente inevitable. Por eso, cuando la gente piensa en “la pelea final”, su memoria suele recortar lo mejor —la tensión con Kid Buu, el sacrificio, el planeta mirando al cielo— y lo pega como si todo el arco hubiera sido así.
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El problema es que la Saga de Buu no se comporta como una pelea final, sino como un carrusel de peleas que tarde o temprano tenía que aterrizar… y cuando aterriza, ya venía cansando.
El pecado original: es larguísima y se siente hinchada
La batalla contra Buu no es un “combate”, es una saga completa de combates encadenados. El enemigo cambia de forma, de tono y de nivel de amenaza varias veces, y eso provoca que lo que debería ser el clímax se sienta como cuatro finales distintos pegados con cinta.
En sagas anteriores, el “jefe final” aparece y todo converge hacia él. Aquí, en cambio, el arco se reinicia una y otra vez: Fat Buu, Super Buu, absorciones, Vegetto, Kid Buu… La escalada existe, pero no siempre se siente orgánica. A ratos parece que la historia avanza por impulso, no por dirección.
Problema de enfoque: no hay un protagonista claro durante demasiado tiempo
El texto que compartiste da en el punto clave: la saga arranca con aire de “paso de antorcha” hacia Gohan, y sin embargo termina volviendo a Goku como salvador final.
En el camino, la historia prueba con varios candidatos (Gotenks, Gohan “Ultimate”, Vegetto), pero ninguno se consolida como eje emocional continuo.
En términos narrativos, eso le quita fuerza a la pelea final porque una batalla épica necesita algo simple: alguien que tenga que ganar por una razón personal. En Namek, se entiende. En Cell, también.
En Buu, el peso se reparte tanto que el público termina esperando el siguiente giro más que el siguiente avance emocional. Lo que queda es espectáculo, pero menos “historia”.
Demasiadas peleas que no “significan” lo suficiente
En DBZ, una buena pelea no solo es coreografía: es consecuencia. Vegeta vs. Goku tiene orgullo, miedo, límites. Piccolo vs. 17 tiene estrategia y choque de filosofías. En Buu, varias peleas funcionan como puente:
- Vegeta vs. Buu importa por Vegeta (su decisión), no por la batalla en sí.
- Gotenks vs. Super Buu es más gag que tensión.
- Gohan vs. Super Buu promete ser “el momento”, pero termina cortado por absorciones y giros que desinflan el payoff.
Cuando una saga repite el patrón “aparece un poder nuevo / parece que ganan / Buu se regenera / sorpresa”, la regeneración deja de ser amenaza y se convierte en rutina. Y cuando la amenaza se vuelve rutina, la tensión se evapora.
El tono cambia tanto que cuesta tomarlo en serio
La Saga de Buu juega con la autoparodia: humor, chistes, técnicas ridículas, y luego momentos de tragedia. Esa mezcla puede ser entretenida, pero en una batalla final puede sentirse como si la serie no decidiera si quiere hacer reír o hacer temblar.
El resultado: hay momentos brillantes, pero el conjunto no mantiene una identidad emocional estable. Y eso afecta a la pelea porque el espectador no sabe qué está viendo: ¿el final de DBZ o una broma larga que de pronto se pone seria?
Lo que sí funciona: Kid Buu y el cierre “humano” del conflicto
La ironía es que el tramo final con Kid Buu suele recordarse mejor porque recupera lo básico: peligro directo, colaboración, desgaste y una solución que involucra a la Tierra entera. La Genkidama no es solo poder: es comunidad.
Y Mr. Satán, para muchos, es el toque “humano” que hace que el cierre tenga sabor a final. Pero ese buen remate no borra la sensación de que el arco llega tarde a su mejor versión.
Cómo habría sido una mejor “batalla final” (sin reescribir todo)
Una mejora simple habría sido comprometerse más con un eje: Gohan como protagonista real o, si la decisión era volver a Goku, construir ese regreso con más coherencia y menos “pruebas” intermedias.
Con un hilo claro, las transformaciones y fusiones habrían pesado más, y las victorias parciales no se sentirían como falsos finales repetidos.
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En negrita y sin rodeos: la pelea final contra Buu tiene un gran final, pero no una gran construcción constante.
