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¿Por qué Goten y Trunks arruinaron una de las mejores transformaciones de Dragon Ball Z?

Aunque funcionaba dentro del tono de la saga, abrió una grieta que Dragon Ball Super explotaría después.

Fusión Dragon Ball Goten y Trunks
Fusión Dragon Ball Goten y Trunks

El Super Saiyajin no era solo pelo rubio y aura: era un “antes y después”. En Namek, por ejemplo, fue el tipo de escena que te deja con la mandíbula en el suelo incluso si ya te sabes el capítulo de memoria. Por eso, cuando llegan Goten y Trunks y lo consiguen casi como quien aprende a andar en bici, muchos fans sienten que algo se rompió.

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No necesariamente porque los niños “no deban” transformarse, sino porque la serie había enseñado que esa puerta se abría con un costo. Y de pronto, el costo parecía un trámite.

El Super Saiyajin antes de ellos: un premio con cicatrices

Hasta la Saga de Buu, el Super Saiyajin tenía una lógica interna bastante clara: era raro, legendario y estaba ligado a un punto de quiebre.


  • Goku lo alcanza tras un golpe emocional enorme.
  • Vegeta lo obsesiona como símbolo de orgullo y límite personal.
  • Gohan lo vive como parte de un crecimiento que siempre dolía un poco.

En esos arcos, la transformación funcionaba como lenguaje narrativo: “este personaje cambió”. No era solo poder; era significado.

El problema no es que sean niños: es que la transformación se vuelve casual

Goten se transforma entrenando con Milk. Trunks lo hace tras un trato con Vegeta que suena más a premio escolar que a épica Saiyajin. Y ahí está la clave: el Super Saiyan deja de sentirse inevitable y pasa a sentirse accesible.

La Saga de Buu juega mucho con la autoparodia. Se ríe de sus propios clichés, exagera el humor y estira el absurdo. En ese tono, que dos críos “rompan” la solemnidad del Super Saiyan no es un accidente: es parte del chiste.

El problema es que el chiste no se quedó encerrado en el gag.

La broma que se hizo canon: cuando lo “fácil” ocupa el centro del escenario

Si Goten y Trunks hubieran sido un chispazo cómico y luego personajes secundarios, el impacto sería menor. Pero no: terminan siendo parte importante del arco, pelean en primera línea y llegan a convertirse en “la última esperanza” en momentos concretos.

Eso cambia la lectura del espectador: la serie te está diciendo que una transformación puede aparecer sin gran contexto… y aun así, el personaje puede ser relevante. La puerta quedó abierta.

Y cuando una franquicia vive de escalar poder y de vender momentos “¡wow!”, esa puerta es peligrosa.

El efecto dominó: por qué esto se nota (más) en Dragon Ball Super

Aquí aparece el debate grande. En Dragon Ball Super las transformaciones a menudo se perciben como más frecuentes y menos emocionales. A veces salen “porque toca”, porque hay que subir el listón o porque el nuevo color vende bien en póster.

No es justo echarle toda la culpa a Goten y Trunks —hay decisiones de guion, ritmo y marketing en juego—, pero sí puede verse su debut como el punto donde el Super Saiyan empieza a perder su carácter “sagrado”.

Si en DBZ era una culminación, en la era moderna muchas veces es un escalón más.

En otras palabras: ellos no inventaron el problema, pero ayudaron a normalizarlo.

¿Entonces fue un error? Depende de cómo se mire

  • Dentro de la Saga de Buu, funciona: el arco tiene humor, exageración y ganas de reírse de sí mismo.
  • Para la mitología general de Dragon Ball, es discutible: el Super Saiyan deja de ser “leyenda” y empieza a ser “habilidad heredable”.

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La sensación de muchos fans viene de ahí: no es que los niños “arruinen” algo por existir, es que su facilidad redefine el significado de una de las imágenes más potentes de toda la franquicia.

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