En Dragon Ball Z se salva el mundo a base de transformaciones, gritos y energía que rompe montañas. Por eso cuesta aceptar que uno de los personajes más importantes para la supervivencia de la Tierra sea, justamente, el que no vuela y vive de las cámaras.
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Pero ahí está el giro: Mr. Satán no compite en el mismo deporte que Goku y Vegeta. Cuando la solución no era un Kamehameha, sino convencer a alguien, mover a una multitud o conectar emocionalmente, él fue el único que podía hacerlo.
Un héroe accidental… que terminó siendo imprescindible
Mr. Satán es fanfarrón, sí. Se cuelga medallas que no le corresponden, también. Pero la historia lo coloca una y otra vez en el lugar exacto donde los Guerreros Z no podían operar: el mundo “normal”.
La gente no entiende el ki, no conoce a Goku y no confía en extraños con pelo imposible pidiendo energía. En cambio, cree en la figura pública que ve en televisión. Y ahí entra el “campeón”.
1) El lanzamiento de Androide 16: el empujón que despertó a Gohan
En el arco de Cell, el poder de Gohan no era el problema: era su freno emocional. Dudaba, se contenía y no quería ir a fondo, mientras Cell jugaba con todos como si fueran muñecos.
Androide 16 tenía el mensaje correcto y el momento perfecto para decirlo… pero estaba lejos, destruido, incapaz de llegar.
Entonces ocurre la escena que resume a Mr. Satán en modo útil: sin entender completamente la escala del desastre, toma el cuerpo de 16 y lo lanza hacia donde está Cell, permitiendo que 16 pronuncie sus últimas palabras.
Ese discurso —más que cualquier golpe— es el gatillo emocional que lleva a Gohan a cruzar el umbral y convertirse en Super Saiyan 2. En esa cadena de eventos, Mr. Satán no es adorno: es el eslabón que faltaba.
En términos simples: sin ese “lanzamiento”, el despertar de Gohan podría no haber ocurrido a tiempo.
2) La Genkidama contra Majin Buu: el hombre que convenció al planeta
En la pelea final contra Majin Buu, Goku tiene su última carta: la Genkidama. Pero esa técnica tiene un requisito que no se resuelve con fuerza: necesita energía de la humanidad. Y la humanidad no sabe quién es Goku ni por qué debería ayudarlo.
Para el mundo, los Guerreros Z son desconocidos. Pedir “levanten las manos y den energía” suena a locura. Nadie iba a colaborar… hasta que habló alguien con autoridad pública: Mr. Satán, el “héroe” oficial del planeta.
Cuando él pide ayuda, la gente escucha. Cuando él insiste en que esta vez no es un truco, el planeta responde. Ese momento es clave porque cambia el resultado del combate: gracias a esa energía reunida, la Genkidama se completa y Buu cae.
Aquí Mr. Satán no salva con puños, salva con algo más raro en DBZ: credibilidad social.
3) El amigo de Buu: la relación que evitó que el desastre se reiniciara
Tras el clímax, queda Buu (el bueno), una versión inocente y emocionalmente infantil. Pero el peligro no se evapora: dentro de él existe una oscuridad capaz de volver a encender el incendio.
¿Quién logra conectar con Buu? No Goku, no Vegeta, no los guerreros. Mr. Satán, como persona. Se le acerca sin la lógica de “enemigo”, le muestra afecto genuino, paciencia y amistad.
Y eso cambia a Buu desde adentro: aprende a distinguir bien y mal, y la parte oscura termina separándose, dejando al Buu bueno como alguien capaz de vivir en paz.
En DBZ, eso es gigantesco: no es solo “ganar una pelea”, es evitar que el monstruo vuelva a ser monstruo.
La victoria más difícil fue humana, no de ki.
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El punto final: Dragon Ball Z también se salva con carisma y corazón
Mr. Satán funciona como recordatorio de algo que la serie no siempre subraya: a veces el héroe no es quien pega más fuerte, sino quien hace lo que nadie más puede hacer. Y en sus mejores momentos, él hace exactamente eso.
