Hay personas que deciden qué ver por instinto. Otras necesitan un tráiler, una reseña, dos hilos de redes sociales y un oráculo. Y luego está el método más cruel —y, por alguna razón, bastante práctico—: usar una de las películas más criticadas de la cultura pop como regla de medición.
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Porque cuando una obra se vuelve sinónimo de “esto salió mal”, también puede transformarse en un atajo para detectar señales de peligro. El truco tiene nombre propio y, sí, viene con ki mal dirigido: Dragon Ball Evolution.
La película que nadie pidió… y que nadie olvida
Estrenada en 2009, Dragon Ball Evolution intentó convertir el mundo de Akira Toriyama en una película de acción real con un elenco reconocible —Justin Chatwin, Emmy Rossum, Chow Yun-Fat y James Marsters— y una misión casi imposible: convencer a los fans de que eso era Dragon Ball.
No lo logró. Con el tiempo, la cinta se volvió una referencia obligada cada vez que se habla de adaptaciones fallidas: un ejemplo de cómo una franquicia gigantesca puede quedar irreconocible si se pierde su esencia. Para muchos, no es solo “mala”: es “la mala”.
El método Paco Hernández: la comparación que “nunca falla”
Aquí aparece la idea que convierte el desastre en herramienta.
Paco Hernández, creador de contenido y autor de cómics conocido por su canal De todo un Paco, popularizó un criterio tan simple que da risa… hasta que empieza a funcionar: comparar la puntuación de lo que se quiere ver con la nota de Dragon Ball Evolution en IMDb.
La lógica es brutal por su sencillez: si una película, serie o anime tiene una puntuación igual o superior a la de Evolution, al menos pasa una barrera mínima. Si está por debajo, se enciende una alarma. No es ciencia exacta, pero sí un filtro rápido para evitar perder tiempo.
El “umbral Evolution” se vuelve entonces una especie de control de calidad informal: una línea en el suelo que dice “peor que esto ya es complicado de defender”.
Un 2,5 que parece demasiado… y por eso funciona
Lo más gracioso del método es que incluso sorprende al propio Hernández: la película ronda un 2,5/10 en IMDb, una cifra que para muchos ya suena generosa. Y aun así, la existencia de ese número abre una pregunta incómoda: ¿cómo puede algo caer por debajo?
Ahí el método se vuelve entretenido, porque permite hacer comparaciones rápidas y casi deportivas. ¿Una nueva temporada con animación floja? ¿Una película con guion desordenado? ¿Una serie que prometía y se desinfló?
Si el puntaje se acerca peligrosamente al “nivel Evolution”, el espectador ya sabe que no va a encontrar oro… como mucho, encontrará anécdotas.
Por qué el truco no sustituye tu gusto (pero sí te ahorra disgustos)
El propio concepto tiene límites. Las puntuaciones agregadas no siempre capturan lo personal: hay joyas raras con notas tibias y productos correctos con fans intensos. Pero como filtro inicial, sirve porque hace algo importante: reduce el riesgo de caer en lo indefendible.
En un mundo donde el catálogo infinito abruma, tener un “piso” —aunque venga de una película tristemente célebre— ayuda a decidir más rápido. Y, de paso, convierte a Dragon Ball Evolution en algo que nadie esperaba: una contribución indirecta a la salud mental del espectador.
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Moraleja no oficial: si una obra no puede superar a Evolution en percepción general, tal vez no merezca dos horas de vida… a menos que el plan sea reírse con amigos.
