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Cómo La “Batalla de los Dioses” salvó a la franquicia Dragon Ball del olvido

No solo trajo una película nueva, sino que devolvió a la franquicia una idea que parecía perdida: la capacidad de sorprender.

Dragon Ball Z: La Batalla de los Dioses
Dragon Ball Z: La Batalla de los Dioses

Hubo un tiempo en que Dragon Ball parecía condenado a vivir de su propia leyenda: maratones eternos, transformaciones repetidas con distinto peinado y la sensación de que el universo ya había dicho todo lo que tenía que decir.

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Y entonces llegó La Batalla de los Dioses con una jugada que, en términos de saga, fue casi una reanimación cardíaca: no intentó “volver a ser lo de antes”. Decidió ser lo que venía después.

El Super Saiyan Dios: una transformación que rompió la fórmula

Durante años, las transformaciones de la serie se habían convertido en una escalera predecible: más poder, más brillo, más cabello rubio y, a veces, más longitud. La Batalla de los Dioses cortó esa inercia de raíz con Super Saiyan Dios, una forma que no solo se ve distinta, sino que se siente distinta.


El cambio es visual y narrativo. En vez del dorado clásico, aparece un rojo intenso y un aura que sugiere algo más “divino” que muscular.

No era solo un nuevo color: era una nueva categoría. La película hace que esa forma destaque por sí sola, sin necesidad de encadenar transformaciones como si fueran niveles de un videojuego.

Además, el combate contra Bills se presta perfecto para mostrar esa diferencia. Las peleas no se quedan encerradas en un ring o un valle; se van a la Tierra, al cielo y hasta al borde del espacio. El mensaje es claro: si la transformación es de otro plano, el espectáculo también.

Adiós a los números: el poder como experiencia, no como calculadora

Otro acierto silencioso fue alejarse del viejo vicio de medirlo todo como si el universo tuviera una tabla Excel. El “sistema numérico” de poder ya había sido exprimido hasta el cansancio, y seguir subiendo cifras solo era inflar el globo.

Con la llegada de los dioses, el poder se redefine: no se trata solo de ser “más fuerte”, sino de acceder a una lógica distinta. Y eso es un regalo para cualquier franquicia de acción, porque abre espacio para amenazas nuevas sin reciclar el mismo escalón.

Bills, ángeles y destrucción: el truco fue ampliar el tablero

La Batalla de los Dioses funciona como película independiente, pero su verdadero impacto está en lo que instala. Introduce a los Dioses de la Destrucción y a los Ángeles, figuras que cambian la escala del mundo.

De pronto, el universo de Dragon Ball ya no es solo “los más fuertes de la Tierra” o “los más fuertes del espacio cercano”, sino un sistema cósmico con reglas, jerarquías y humor propio.

Bills es clave porque mezcla amenaza real con personalidad. No es un villano “malvado porque sí”: es caprichoso, elegante, peligroso y, a ratos, absurdamente cotidiano. Esa combinación refresca el tono y evita que todo se sienta como “otra pelea más para salvar el planeta”.

Mirar al futuro: la semilla de Dragon Ball moderno

A diferencia de especiales que funcionan como reunión nostálgica, esta película se siente como primera pieza de algo mayor.

Deja la puerta abierta a ideas que luego se vuelven esenciales: un universo expandido, la posibilidad de deidades aún más grandes y, eventualmente, la noción de un multiverso.

En retrospectiva, lo que hace que La Batalla de los Dioses “salve” a Dragon Ball del olvido no es solo la animación o el hype del estreno. Es que demuestra que la saga podía reinventarse sin traicionarse. Respeta lo que fue, pero se atreve a cambiar cómo funciona.

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Y con eso, pone los cimientos de Dragon Ball Super y de la etapa moderna que hoy muchos dan por sentada.

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