¿Hasta dónde está dispuesta a llegar la industria del entretenimiento para monetizar la nostalgia? La próxima edición de la Comic Con de Los Ángeles ha invitado a una “leyenda” que, irónicamente, ya no está entre nosotros: Stan Lee. La leyenda de Marvel será recreada mediante un holograma de Inteligencia Artificial que no solo permitirá a los fans tomarse selfies, sino también mantener conversaciones de tres minutos.
La controversia no tardó en llegar, ya que esta experiencia digital no será gratuita, sino que tendrá un costo de entre $5 y $20 dólares. Esta iniciativa, que transforma la memoria de un icono en un producto transaccional, ha encendido el debate sobre la ética de la explotación póstuma impulsada por la IA.
La recreación: Un Fantasma Digital de tres Minutos
El holograma es el resultado de una colaboración entre Proto Hologram, la productora virtual HyperReal y Kartoon Studios (propietaria de los derechos de imagen de Lee).
El proyecto, llamado la “Stan Lee Experience”, utiliza IA entrenada con vastos archivos de voz y material visual del escritor para crear una réplica que no solo se parece a él, sino que puede responder a preguntas sencillas con su estilo característico.
La interacción está cronometrada y tarifada: los fans pueden tener una conversación de tres minutos con la recreación, y el precio varía según el tipo de entrada y si se compra por adelantado, llegando hasta los $20 USD por el encuentro virtual.
La tecnología ha pasado la barrera del simple deepfake y ha entrado en la era del “cementerio digital”: la capacidad de resucitar y perpetuar a las celebridades fallecidas para seguir vendiendo experiencias, en lugar de honrar su legado.
La polémica: ¿Un negocio de la nostalgia?
Académicos y fans han alzado la voz contra lo que consideran una estrategia de marketing cruel que antepone el beneficio económico a las consideraciones éticas.
La indignación se centra en si es moralmente aceptable que una compañía obtenga ganancias de una imagen que, en esencia, ya no tiene control sobre sí misma, y si el precio por una interacción tan breve devalúa la memoria del icono.
Hay una preocupación subyacente de que el holograma se convierta en poco más que una versión física de un chatbot generador de respuestas programadas, destruyendo la autenticidad que Stan Lee representaba.
Si se normaliza la venta de interacciones con figuras fallecidas por unos pocos dólares, se abrirá la puerta a la proliferación de “fantasmas de IA” de otras celebridades, explotando el dolor y la añoranza de los fans como un modelo de negocio más...
La “Stan Lee Experience” no es solo un avance tecnológico; es un dilema moral que obliga a la industria a preguntarse dónde termina el homenaje y dónde comienza la explotación digital de los muertos.