Hoy en día, si hablamos de peleas impresionantes en anime, títulos como Solo Leveling, Jujutsu Kaisen o Demon Slayer están en lo más alto. Y no es para menos: su nivel de animación es simplemente espectacular. Escenas fluidas, efectos visuales que quitan el aliento y una dirección de arte que parece salida de una superproducción.
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Pero, a pesar de toda esa belleza técnica, algo les falta. Ninguno logra capturar el alma de los combates de Dragon Ball Z.
¿Mejor animación? Tal vez. ¿Mejor historia en combate? Difícilmente
Sí, es cierto, los shonen modernos tienen mejor animación. Pero sus peleas, aunque espectaculares, muchas veces se sienten vacías. Son cortas, están centradas en el estilo más que en el fondo, y muchas veces parecen existir solo por existir.
En cambio, en Dragon Ball Z las peleas eran la historia. Cada golpe tenía peso. Cada batalla estaba cargada de tensión emocional, desarrollo de personajes y giros narrativos.
Akira Toriyama entendió algo que muchos han olvidado: el combate puede ser tan poderoso como cualquier diálogo si está bien construido. Y Dragon Ball Z lo demostró durante sagas enteras, como las de los Saiyajin, Freezer, Cell o Majin Buu, donde la acción no interrumpía la historia… la contaba.
Las peleas eran épicas, no solo por lo que pasaba, sino por lo que significaban
Cada batalla importante en Dragon Ball Z tenía estructura: inicio, desarrollo, clímax y cierre. No eran solo excusas para mostrar poderes nuevos. Eran herramientas narrativas. Goku y Piccolo enfrentando a Raditz no fue solo el inicio de una saga, fue el comienzo de una evolución brutal para ambos.
Vegeta contra Goku no fue solo una pelea, fue un choque de filosofías. Y ni hablemos de Gohan contra Cell: una masterclass de construcción emocional.
Aun cuando la animación no era la más moderna, Toriyama sabía cómo usar el ritmo, los silencios, las pausas y hasta la repetición para crear impacto. Y sí, algunas peleas eran largas… pero nunca innecesarias.
¿Qué pasa con el anime moderno?
Solo Leveling luce increíble. Jujutsu Kaisen tiene coreografías que parecen de película. Pero muchas de sus peleas no duran lo suficiente para generar impacto emocional.
Son fuegos artificiales: brillantes, pero fugaces. Las estrategias son mínimas o inexistentes. Y en muchos casos, la historia simplemente se detiene para dar paso a la acción, en lugar de integrarla con ella.
En Solo Leveling, por ejemplo, muchas peleas se reducen a ver cómo Jinwoo aplasta enemigos sin esfuerzo. No hay construcción, ni conflicto real, ni crecimiento. Son escenas bonitas, sí, pero que no cuentan nada. Y sin narrativa, el combate pierde fuerza.
Dragon Ball Z: el referente que sigue en pie
La clave está en que Dragon Ball Z no necesitaba animación de vanguardia para dejarte con el corazón acelerado. Necesitaba contexto, emoción y propósito. Lo que Goku, Gohan, Piccolo o Vegeta hacían en el campo de batalla no solo se veía bien: se sentía importante.
Y esa es la gran diferencia.
Puedes tener el mejor estudio de animación del mundo. Pero si tus combates no cuentan una historia, si no tienen un peso real para los personajes, si no se conectan con lo que está en juego... solo estás viendo luces bonitas.
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Akira Toriyama, con su estilo sencillo y directo, logró que cada pelea fuera inolvidable. Por eso, mientras muchos combates modernos se disfrutan y luego se olvidan, los de Dragon Ball Z se quedan para siempre.

