El proyecto, que parecía ser la noticia más emocionante para los fans, acaba de recibir un golpe de autoridad directo desde la fuente. Kazuhiko Torishima, el legendario editor del Shonen Jump y una de las figuras clave en el éxito de Dragon Ball, ha declarado que nunca lo habría aprobado. Torishima, quien fue el mentor de Akira Toriyama, argumenta que la iniciativa le da la espalda a los verdaderos fans y prioriza las ganancias por encima del arte. Es una batalla entre la visión del creador y los intereses corporativos que pone en jaque la esencia de la obra.
El hombre detrás del genio: ¿Quién es Kazuhiko Torishima?
Para entender el peso de las palabras de Torishima, hay que saber quién es. No era solo un editor más; era la figura que guió a Toriyama, lo desafió y lo inspiró a llevar Dragon Ball a alturas inimaginables.

Su influencia fue fundamental para el desarrollo de la trama y de personajes icónicos. Por eso, su opinión no es una más, sino el reflejo de la visión de un hombre que ayudó a construir el universo de los saiyan desde sus cimientos. La noticia de que se enteró del proyecto por los medios y no fue consultado es una clara señal de la desconexión que existe entre la empresa y el legado creativo.

¡Jamás lo habría aprobado! La visión del editor vs. la de la empresa
La oposición de Torishima no es por capricho. El editor considera que el parque, que se construirá en Qiddiya, Arabia Saudí, se encuentra en una región “políticamente inestable” y que no está pensado para el público principal de la obra: los niños japoneses. Según su visión, el parque se convertirá en un lugar exclusivo para “adultos adinerados”, dando la espalda a los fans que hicieron grande a Dragon Ball.
Él contrasta esta situación con Disneyland en Japón, que es accesible para el público infantil del país. Su punto es claro: el éxito de la obra se construyó sobre la lealtad de sus lectores, y este proyecto es una traición a esa fidelidad en favor de las ganancias a corto plazo.
La eterna batalla entre el arte y el negocio: ¿Tienen razón ambos lados?
La polémica que levanta Torishima es un reflejo de la eterna batalla entre el arte y el negocio. ¿Es justo que una obra con tanto peso cultural se convierta en una mera marca para generar dinero? Por un lado, la visión del editor busca proteger la integridad creativa de la obra. Por otro, la empresa busca expandir la franquicia a un público global, y los parques de atracciones son una forma probada de hacerlo.

La pregunta es si se puede expandir sin perder la esencia. Torishima cree que sí, si hubiera una forma de conectar con el público original, como un programa para invitar a niños japoneses al parque. Pero, sin esa conexión, la iniciativa se siente más como una operación comercial que como un tributo a la obra de Toriyama.

