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Instalado el debate: ¿Es realmente mejor Dragon Ball Z cuando no está Goku?

Sin el héroe naranja en pantalla, Dragon Ball Z se pone más impredecible, suben las apuestas y otros guerreros por fin respiran.

Goku y Vegeta - Dragon Ball Z
Goku y Vegeta - Dragon Ball Z

Nadie discute que Gokú es el corazón del shonen moderno. Abrió camino, rompió escalas de poder y dejó frases para tatuarse. Pero a la mitad del viaje, cuando Dragon Ball se convierte en Z, pasa algo curioso: cada vez que Gokú sale de escena, la serie cambia de marcha.

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Más drama, más crecer a los golpes, más batallas que no sabemos cómo cierran. Es casi como si, paradójicamente, la historia fuera mejor… sin él.

Cuando Gokú se baja del ring, los demás por fin pelean su propia pelea

Los primeros arcos de Dragon Ball giran en torno al niño de cola y a su ascenso.


En Z, la cosa se desordena a propósito: en Namek, Gokú pasa largos tramos viajando o en cama tras el desastre con Ginyu; en la Saga de los Androides, el virus cardíaco lo saca del tablero; y en gran parte del conflicto con Cell, la responsabilidad cae sobre Gohan, Piccolo, Trunks e incluso Krilin.

De pronto, Vegeta no es solo “el rival”; Piccoro no es solo “el maestro cascarrabias”; Gohan no es solo “el hijo”. Todos ganan matices porque no hay carta garantizada llamada Gokú. Y el público, de paso, recibe una versión de DBZ donde el final no está escrito.

El plan que casi fue: Gohan como heredero legítimo

El Kamehameha padre-hijo contra Cell se siente como culminación de tres sagas de trauma, entrenamiento y crecimiento. En ese instante, Gohan no es “el hijo de”, es el héroe. No por nada llegó a tope en popularidad a inicios de los 90.

Y, sin embargo, la narrativa decide regresar a Gokú. Que vuelva no es raro en Dragon Ball, pero justo aquí el regreso reduce el impacto de una idea poderosa: la posta puede pasar de manos y la historia seguir brillando.

La presencia de Gokú mata el suspenso (un poquito)

Gokú es el as bajo la manga: si aparece con una nueva transformación, casi todos respiran. Eso es parte del encanto shonen, sí, pero también baja la incertidumbre.

En la primera pelea contra Vegeta, antes de que llegue Gokú, la tensión es insoportable: sacrificios reales, derrotas que duelen, decisiones pesadas. Ese tono áspero se repite cada vez que la trama encuentra excusas para dejarlo fuera.

Cuando está, lo épico abunda; cuando no está, lo humano florece.

¿Se pierde algo sin él? Claro que sí

Gokú es motor emocional de Vegeta en la saga Buu, mentor indispensable de Gohan y conductor espiritual del equipo. Además, hay momentos irremplazables: su primer Super Saiyajin en Namek es historia del anime.

Pero incluso esos hilos podrían reescribirse sin borrarlo del mapa: Vegeta puede medir su orgullo contra Gohan; Piccoro puede llevar a su alumno a romper techos; Gotenks puede aportar la dosis de locura que Toriyama necesita para sus gags. El tablero tiene piezas suficientes.

El “qué pasaría si” que no vimos (y que igual se asomó)

Imagina un DBZ post-Namek donde Piccoro moldea a Gohan hasta un estado definitivo, Trunks vuelve a su futuro sin androides, y Gotenks enfrenta a Buu mientras el mundo aprende a vivir sin el comodín.

No es tan descabellado: la propia Saga de la Fusión coquetea con ese camino antes de devolverle el foco a Kakarotto. Lo que vemos funciona; lo que pudo ser habría tensado aún más las batallas y habría dado a los “secundarios” la película completa, no solo el tráiler.

Veredicto: Gokú es imprescindible para Dragon Ball, pero DBZ se enciende cuando lo suelta

La franquicia no existiría sin él; el anime tampoco sería el mismo. Aun así, Z alcanza picos dramáticos cuando se anima a contar historias sin el salvador de naranja.

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Tal vez la respuesta honesta sea menos incendiaria de lo que parece: DBZ no es “mejor sin Gokú”, pero sí mejora cada vez que lo extraña un rato. Ahí, entre la ausencia y el regreso, es donde la saga encuentra su punto exacto de cocción.

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