¿La vuelta a la idea más loca de Nintendo? En la historia reciente de Nintendo, hay una constante que define a la compañía: su obsesión por hacer las cosas diferente, aunque eso implique arriesgarse al fracaso. Desde controles con movimiento antes que nadie, hasta pantallas táctiles antes de que fueran estándar, Nintendo ha optado por caminar en dirección contraria a la industria. Se trata de una patente de consola portátil con diseño modular. Literalmente: una máquina que se desarma. ¿Una Switch 2 micro u otra cosa?
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La patente fue presentada a finales de mayo de 2025 y registrada oficialmente el 20 de junio, en la Oficina de Patentes y Marcas de Japón. A primera vista, parece una combinación de ideas ya vistas en experimentos anteriores como el Nintendo Labo o incluso la misma Switch (o Switch 2), pero con un nivel de flexibilidad mucho más extremo. En el diseño presentado, la consola puede separarse en múltiples piezas: la pantalla, los controles, el sistema de procesamiento e incluso el sistema de ventilación estarían contenidos en módulos independientes que se comunican entre sí. Un rompecabezas jugable.

Este tipo de diseño modular remite de inmediato a conceptos vistos en otras industrias, como los teléfonos modulares que Google quiso impulsar con el fallido Project Ara, o los experimentos de LG con sus teléfonos de accesorios extraíbles. Sin embargo, que Nintendo apueste por esta lógica en una consola, especialmente una portátil, podría abrir una nueva era para el gaming. Una donde el usuario no solo juega, sino que ensambla su propia experiencia.
¿Otra nueva consola? Puede ser… o no
La noticia llega justo cuando el mundo gamer está con los ojos puestos en la sucesora de la Nintendo Switch. La consola híbrida que revolucionó la industria en 2017 está llegando al final de su ciclo, y hace poco ya llegó Switch 2. Sin embargo, esta nueva patente no parece estar relacionada directamente con esa línea de evolución. No hay ningún indicio claro de retrocompatibilidad con cartuchos de Switch ni menciones a Joy-Con. El diseño, de hecho, es completamente distinto. Así que no podría ser, por ejemplo, una “Switch 2 Micro” o algo así. ¿O si?

En vez de un cuerpo único con controles laterales desmontables, como en la Switch, esta patente plantea una arquitectura en la que cada componente se conecta de forma casi magnética, permitiendo no solo el intercambio de piezas defectuosas, sino la posibilidad de crear configuraciones personalizadas según el tipo de juego o el entorno. Es como si la consola fuera también un juguete, una herramienta creativa que puede adaptarse al capricho del jugador. Para muchos, esto recuerda más a los kits educativos de Nintendo Labo que a una consola de uso masivo. Pero aquí no hay cartón de por medio. Hay hardware real.
La idea, aunque intrigante, también siembra dudas. Nintendo ha tenido una relación compleja con las patentes: muchas veces registra ideas que jamás ve la luz, o que sirven como base para pruebas internas que luego se abandonan. Recordemos que, antes de lanzar la DS, había registrado diseños para consolas con múltiples pantallas plegables que nunca se concretaron. Y aún así, varias de esas ideas fueron recicladas en años posteriores. Por lo tanto, aunque esta consola modular podría no salir nunca al mercado, bien podría marcar el camino de algo más grande: una filosofía de diseño que Nintendo viene cocinando desde hace mucho tiempo. Bueno, los diseños de Nintendo siempre son creativos, si no, mira este control.

Modificar la experiencia de juego pieza por pieza
Lo más interesante de esta propuesta es cómo redefine el concepto de consola. En el modelo clásico, el hardware es una caja cerrada con una identidad fija. Puedes personalizar tu experiencia mediante accesorios, mandos o software, pero el corazón de la máquina no cambia. Aquí, Nintendo plantea una idea opuesta: una consola que muta. Que se transforma. Que se arma y desarma como un set de LEGO high-tech.
Imagina, por ejemplo, que puedes acoplar una pantalla más grande si vas a jugar en modo tabletop con amigos, o que puedes cambiar el módulo de batería por uno más liviano si vas a jugar en el metro. Incluso podrías elegir un sistema de audio diferente según el tipo de juego: auriculares acoplados para experiencias inmersivas o parlantes estéreo para sesiones compartidas. ¿Y si quieres más potencia gráfica? Tal vez puedas incorporar un módulo de procesador externo. Todo esto suena a ciencia ficción, pero el diseño en la patente contempla conectores flexibles, módulos intercambiables y una arquitectura en la que cada pieza tiene autonomía controlada por el sistema central. Y Nintendo nos sabe sorprender: ya lo han hecho tantas veces, por ejemplo, con la Wii.

Este tipo de libertad modular también tendría consecuencias en el desarrollo de videojuegos. Si los desarrolladores saben que los jugadores pueden contar con distintos tipos de configuración, podrían empezar a ofrecer experiencias adaptativas: modos que detectan si el usuario tiene audio espacial, retroalimentación háptica o un sistema de iluminación acoplado. No sería tan distinto a cómo hoy los juegos ajustan su resolución o tasa de cuadros según el hardware disponible. Pero en este caso, el ajuste sería físico, no solo digital.
La pregunta final: ¿Nos atrevemos a jugar diferente?
El mundo del gaming, pese a ser una industria basada en la creatividad, ha caído muchas veces en la trampa de la repetición. Consolas que se copian unas a otras, hardware cada vez más potente pero menos innovador, y experiencias que se ajustan a un molde comercial. Nintendo, para bien o para mal, sigue intentando romper ese molde.

Esta patente modular no garantiza éxito. De hecho, podría quedarse en una simple idea en papel. Pero lo importante es que existe. Que Nintendo la registró. Que alguien, en una sala de Kioto, pensó que el futuro del juego podía ser un conjunto de piezas que se unen, se transforman y se reinventan.
Y eso, en un mundo cada vez más estandarizado, ya es una pequeña revolución.

