Durante décadas, Japón ha sido el amo y señor del anime, exportando al mundo joyas como Dragon Ball, Naruto y Jujutsu Kaisen. Pero ahora, Masao Maruyama, leyenda viva de la animación y fundador de estudios como Madhouse, MAPPA y Studio M2, lanza una advertencia que no pasa desapercibida: el donghua chino viene pisando fuerte, y si las cosas no cambian, podría destronar al anime japonés.
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Con 81 años y una carrera llena de éxitos —incluida la esperada adaptación de Pluto para Netflix—, Maruyama no habla por hablar.
En una entrevista reciente, se mostró preocupado por el rumbo de la industria japonesa, señalando que el exceso de fórmulas comerciales y el culto al “kawaii” están sofocando la creatividad. Mientras tanto, China está apostando en serio por sus jóvenes animadores… y eso podría cambiar todo.
Japón: talento hay, pero creatividad en pausa
Para Maruyama, el problema es claro: en vez de formar nuevos artistas o arriesgarse con ideas frescas, los estudios japoneses buscan el próximo Attack on Titan o Jujutsu Kaisen. ¿El resultado? Una industria cada vez más centrada en lo viral, y menos en lo innovador.
Y cuando eso pasa, los talentos jóvenes se quedan sin espacio para crecer, justo cuando el mundo del streaming eleva la competencia con gigantes como Netflix y Disney en la jugada.
“Nos estamos durmiendo en los laureles”, dice en resumen. La obsesión por repetir el éxito comercial ha dejado al anime japonés girando en círculos, mientras el tren de la animación global avanza a toda velocidad.
China calienta motores: el donghua se hace notar
Mientras Japón intenta descifrar su próximo gran hit, China avanza con paso firme. Para Maruyama, lo único que frena a la animación china es la censura política. Si esa barrera se levanta, el talento, la financiación y el hambre creativa ya están ahí.
Y no es teoría: títulos como La Leyenda de Hei han influenciado incluso a grandes del anime japonés, como Makoto Shinkai. Series como To Be Hero X, All Saints Street y Heaven Official’s Blessing están ganando fans fuera de China y peleando por su lugar en plataformas como Crunchyroll.
A esto se suma una inversión estatal potente, herramientas de animación modernas y una nueva generación lista para innovar.
¿Y ahora qué?
La advertencia está lanzada. Si Japón quiere conservar su trono, tendrá que dejar de mirar solo los números y volver a mirar el arte. Reinvertir en talentos nuevos, apostar por ideas arriesgadas y salirse del molde será clave para mantener esa magia que hizo del anime algo tan especial.
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Mientras tanto, China no está esperando. Está afinando motores, cargando pinceles digitales… y lista para dar el salto.

