En un esfuerzo por llevar la robótica a nuevos niveles de versatilidad y control, un equipo de investigadores ha creado robots autodestructibles capaces de desaparecer en un charco de sustancia pegajosa. Este emocionante avance tecnológico plantea posibilidades intrigantes en campos como la medicina y la exploración de entornos peligrosos.
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Los ingenieros de la Universidad Nacional de Seúl han liderado este proyecto innovador, diseñando diminutos dispositivos blandos que pueden autodestruirse mediante la desestabilización de su composición química, todo gracias a LED ultravioleta internos.
Esta “muerte programada”, como la define Science Alert, toma aproximadamente una hora en completarse, lo que significa que aún nos encontramos a décadas de distancia de tener robots autodestructibles en la escena real, pero el potencial es innegable.
¿Con qué fabricaron estos robots?
El cuerpo de estos robots, de apenas 3 centímetros (1,2 pulgadas) de largo, está compuesto de hexafluorofosfato de difenilyodonio mezclado con una resina de silicona. Esta combinación única de materiales otorga al robot la resistencia necesaria para llevar a cabo sus tareas, al tiempo que le proporciona la flexibilidad requerida para moverse de manera eficiente, utilizando la propulsión neumática y emulando el movimiento de un gusano de cuatro patas.
A diferencia de los robots convencionales, que a menudo tienen movimientos rígidos y limitados, estos robots blandos pueden realizar movimientos complicados y adaptarse a una amplia variedad de entornos y tareas. Esto tiene el potencial de revolucionar áreas como la administración de medicamentos en lugares de difícil acceso dentro del cuerpo humano, la exploración de zonas de desastre o la investigación en las profundidades del océano.
En una prueba de campo, los investigadores equiparon a uno de estos robots con sensores de tensión, temperatura y radiación ultravioleta. Este pequeño espía robótico fue capaz de desplazarse sigilosamente hasta un objeto objetivo, medir su temperatura y luego retirarse a una posición segura para informar sobre su hallazgo antes de iniciar su autodestrucción.
La autodestrucción se desencadena mediante la exposición a la luz ultravioleta, que convierte el hexafluorofosfato de difenilyodonio en fluoruro, debilitando la estructura del robot hasta que las altas temperaturas lo hacen derretirse por completo.
Sin embargo, este proceso plantea desafíos ambientales, ya que el charco resultante contiene iones de fluoruro potencialmente tóxicos. Para abordar este problema, los investigadores han incorporado un compuesto de cloruro de calcio para neutralizar los iones de fluoruro, aunque reconocen que se necesita más trabajo para mejorar el impacto ambiental de esta tecnología.