Ciencia

Cómo extirpar su propio apéndice y sobrevivir a la cirugía: la historia de Leonid Rogozov

El 30 de abril de 1961, durante una expedición a la Antártica, el médico soviético Leonid Rogozov se enfrentó al reto más difícil de su vida: extirpar su propio apéndice.

La profesión de médico es la más importante del mundo, más allá de que otras busquen disputarle el honor. Salvar vidas no tiene precio. Y más si es la propia, como le tocó a Leonid Rogozov.

Este médico soviético tuvo que extirpar su propio apéndice el 30 de abril de 1961, durante una expedición a la Antártica en la que él era el único profesional presente.

Con 27 años y una amplia experiencia en su país, Rogozov fue seleccionado para integrar la expedición de doce personas a la Antártica, con el objetivo de construir una nueva base en el llamado Oasis Schirmacher.

Sin embargo, un día sintió un fuerte dolor en el lado derecho de su abdomen.

También sufría cansancio, fiebres y náuseas. En medio de la nada, la preocupación no solo sobrecogía a Rogozov, sino también a sus compañeros.

¿Qué hacer si el único encargado de salvar vidas… moría?

Rogozov pensó que era una apendicitis, y la única solución era extirpar el órgano.

El desafío de extirpar su propio apéndice

El apéndice, en palabras de la Clínica Mayo, “es una bolsa en forma de dedo que se proyecta desde el colon en el lado inferior derecho del abdomen”.

La causa de la apendicitis es una obstrucción en el recubrimiento del apéndice, que da como resultado una infección. De no tratarse con rapidez, el órgano puede romperse y ocasionar la expansión de la infección, llamada peritonitis.

Todo esto lo sabía Rogozov, por lo que se preparó para el reto de vida o muerte: operarse a sí mismo.

En la estación de Novolazarevskaya, donde se encontraban, llamó a sus compañeros. Debían ayudarle en la intervención.

“Tenía que abrir su propio abdomen para sacar sus intestinos”, recordó su hijo, Vladislav Rogozov, en conversación con la BBC. “Él no sabía si eso era humanamente posible”.

Luchando contra el dolor y el miedo, el doctor Rogozov escribió en su diario, citado por la BBC:

“Todavía no hay síntomas evidentes de perforación pero una sensación opresiva de presagio pende sobre mí... eso es todo... tengo que pensar en la única salida posible, operarme a mí mismo... Es casi imposible... pero no puedo simplemente cruzarme de brazos y darme por vencido”.

Leonid Rogozov y una operación de vida o muerte

Luego de elaborar el plan de operación y delegar funciones en sus compañeros, se acostó en la cama de operaciones, se administró anestesia local en su pared abdominal y procedió a hacer la incisión.

“El sangrado era bastante pesado, pero me tomé mi tiempo... Al abrir el peritoneo, dañé el intestino y tuve que coserlo”, escribió el doctor Rogozov. “Me sentía más y más débil, mi cabeza comenzó a girar. Cada cuatro o cinco minutos descansaba 20 o 25 segundos”.

Luego de hallar el apéndice, lo cortó. La operación duró dos horas.

Al encomendar a sus compañeros la limpieza de la habitación, tomó antibióticos y pastillas de dormir. Dos semanas después, Rogozov se encontraba activo.

La expedición volvió a la Unión Soviética luego de mayores dificultades, incluyendo las condiciones meteorológicas en la Antártica. Fueron rescatados en 1962.

Los soviéticos premiaron a Rogozov por su heroísmo, recibiendo la Orden de la Bandera Roja del Trabajo. El médico volvió a su labor, trabajando en varios hospitales hasta su muerte, el 21 de septiembre de 2000, a causa del cáncer de pulmón. Tenía 66 años.

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