Ciencia

Por qué plantar árboles no es la solución definitiva ni única al cambio climático

Reforestar es importante, pero debe hacer de forma adecuada para ayudar a detener el cambio climático

El cambio climático no solo es un problema, sino que es una amenaza para la humanidad. Aunque también es un problema en el que nos hemos metido nosotros mismos.

Desde el inicio de la revolución industrial, cuando descubrimos el potencial de los combustibles fósiles para generar energía de todo tipo, también abrimos una caja de Pandora, que fue mostrando poco a poco los males que traía eso.

Aumentar la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera, a partir de la quema de carbón o derivados del petróleo, nos ha traído a este momento decisivo de la historia de la humanidad: o cambiamos eso o el cambio climático acabará con nosotros.

En estos días se celebra en Glasgow, la COP26: una reunión en la que participan tomadores de decisiones de diversos países y buscan llegar a acuerdos que logren, si no detener, al menos mitigar el avance del cambio climático.

Además de buscar que se reduzcan las emisiones de dióxido de carbono a la atmósfera, también por ejemplo se plantean otras estrategias para luchar contra el cambio climático, como la reforestación.

Árboles para limpiar la atmósfera

Reforestar se ha planteado desde hace mucho como una “solución natural” al cambio climático.

Esto, porque en primer lugar, porque los árboles y la vegetación en general, ayudan a retirar dióxido de carbono de la atmósfera y lo transforman en oxígeno-

Las plantas tienen la capacidad de usar el dióxido de carbono de la atmósfera en la fotosíntesis, el proceso en que las células vegetales producen su propio alimento, usando los recursos que tienen a la mano: luz solar y dióxido de carbono.

Así que a los árboles de forma general se les considera como almacenes de dióxido de carbono, aunque sería más justo pensar en ellos como convertidores de este gas: una especie de limpiadores de la atmósfera, al menos en cuanto a dióxido de carbono se refiere.

Pero es justamente ese gas, que producimos indiscriminadamente con los combustibles fósiles, es el que contribuye en gran medida a que aumente la temperatura de la atmósfera y la del planeta en general, con las consecuencias que ya conocemos.

Los árboles no nos salvarán, pero sí debemos salvarlos

Sin embargo, los árboles tienen una capacidad limitada para realizar esta tarea: no pueden acabar con el exceso de dióxido de carbono que hay en la atmósfera.

Pero quizá podríamos pensar que entonces lo que necesitamos es plantar una cantidad muy grande de árboles para que nos puedan ayudar con este problema, ¿o no?

Aunque en principio la idea tiene una base real en la fotosíntesis, se deben considerar muchas cosas más antes de lanzar proyectos extensivos de reforestación.

Si no se consideran las condiciones geográficas, del suelo e incluso las condiciones sociales de la región donde se plantarán los árboles, se pueden generar más problemas que soluciones.

Por ejemplo, algunos suelos sin árboles, también hacen labores para disminuir la cantidad de dióxido de carbono, y si se siembran árboles ahí, sin analizar esas características, en realidad se puede hacer un daño a ese ecosistema.

También se debe considerar que los árboles no solamente hacen esa labor de “retener” el dióxido de carbono: también ayudan a mantener la humedad del suelo e incluso contribuyen a la biodiversidad de una zona.

Por esa razón las campañas de reforestación, antes que lanzarse a poblar de cualquier tipo de árboles algún lugar sin ellos, deben concentrarse en las regiones que han visto disminuida su población de árboles.

Además de no olvidar, que a final de cuentas, lo que debemos hacer es disminuir nuestra emisiones de dióxido de carbono y dejar de usar combustibles fósiles.

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