Ciencia

Día Mundial del Lavado de Manos: recordando a Ignaz Semmelweis, el médico que salvó la vida de muchas mujeres, por lavarse las manos

Lavarse las manos es igualmente efectivo para evitar una infección gastrointestinal, que para evitar enfermedades mortales

La ONU, a través de la Organización Mundial de la Salud, promueve el Día Mundial del Lavado de Manos que, desde 2008 se celebra cada año el 15 de octubre.

Este año el tema de esta conmemoración es “Hacer del lavado de manos un hábito”, porque aunque parecería que en pleno siglo XXI todos tenemos claro que esta es una estrategia efectiva de higiene personal, en realidad necesitamos insistir en ella.

Quizá esto tiene que ver con que el lavado de manos tiene una historia más breve de lo que podríamos pensar.

El médico que se lavó las manos

“Lavarse las manos” se usa a veces como sinónimo de que alguien que se desentiende de un asunto o declina tener responsabilidad sobre algo.

Pero eso justamente fue lo contrario de lo que hizo el médico que se dio cuenta de la importancia de lavarse las manos.

Ignaz Semmelweis, un médico de origen húngaro que trabajaba y vivía Austria en el siglo XIX, descubrió la relación entre una infección llamada “fiebre puerperal”, con la falta de higiene de manos de los médicos.

La fiebre puerperal, era una infección, muchas veces fatal, que sufrían las mujeres recién paridas en los hospitales.

En 1846, el Dr. Semmelweis estaba intrigado porque esta infección prevalecía en las parturientas de los hospitales y no era tan común en las mujeres que daban a luz en otros lugares, como sus casas. Así que pensó que algo que estaba en los hospitales la causaba.

Entonces pasó algo que le dio una pista de qué podría ser: un médico conocido suyo, murió de algo muy similar a la fiebre puerperal: que desarrolló después de cortarse con un bisturí, con el que había practicado una autopsia.

Y en ese momento era muy común que los médicos de un hospital atendieran tanto partos como autopsias, seguidos unos de otros en cualquier orden: sin usar guantes, ni lavarse las manos.

El lavado de manos salva vidas

Aunque para la época de Semmelweis todavía no se entendía muy bien cómo los microorganismos causan infecciones, él logró hacer esa correlación: “algo” en los cadáveres tenía la capacidad de transferirse a las manos de los médicos y a su instrumental, y eso era responsable de la fiebre puerperal.

Así propuso que los médicos que atendieran autopsias y luego partos debían realizar una rutina de higiene de manos con una disolución de hipoclorito de calcio, algo muy similar a lo que comúnmente llamamos “cloro”.

La propuesta de Semmelweis se basó en que el olor putrefacto de los cadáveres se podía retirar de las mesas e instrumental de autopsia usando hipoclorito.

Así hizo otra inferencia increíble pero completamente válida. Increíble, porque se hizo en un momento en que se entendía poco de cómo los microorganismos causaban infecciones. Válida, porque las mujeres atendidas por médicos que se lavaban las manos con hipoclorito, no sufrían fiebre puerperal.

Sin embargo, en parte por lo poco que se entendía sobre los microorganismos patógenos, la propuesta del lavado de manos tuvo poco apoyo entre los colegas de Semmelweis.  No solo eso, sino que fue despedido del hospital donde trabajaba y sus ideas fueron despreciadas durante mucho tiempo.

Alrededor de 1870, Louis Pasteur demostró que ciertos microorganismos microscópicos eran los causantes de muchas infecciones, como la fiebre puerperal y que ciertos procedimientos para deshacerse de ellos, como la pasteurización o la desinfección de manos, evitaban infecciones y salvaban vidas.

Sin embargo, la teoría microbiana de Pasteur llegó muy tarde para salvar una vida: Semmelweis había muerto 1865 en una institución para enfermos mentales, en donde estuvo recluido varios años al final de su vida.

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