Ciencia

La miel estadounidense tiene rastros de las pruebas nucleares de la Guerra Fría

Según la FDA estadounidense, no causa daños en el organismo.

Honey bees work the combs of a frame taken from one of hives worked by Erin MacGregor-Forbes in Falmouth on Tuesday, July 27, 2010. MacGregor-Forbes keeps between 70 and 100 hives in locations throughout southern Maine. She says this year has been a good year for honey production. (Photo by Gregory Rec/Portland Press Herald via Getty Images) (Portland Press Herald/Getty Images)

Miel radioactiva, como si de una película de ciencia ficción se tratase. Pero es real. En Estados Unidos, la miel en la costa este tiene rastros de las pruebas nucleares de la Guerra Fría, específicamente de los años 50 y 60.

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En pleno siglo XXI.

Una investigación publicada por Nature Communications revela que la Miel producida en Carolina del Norte posee un alto nivel del cesio-137, un isótopo radioactivo subproducto de la fisión nuclear del uranio y el plutonio. Sin embargo, no causa problemas en el organismo.

Estados Unidos permite 1.200 becquereles por kilogramo en todos los alimentos, y los niveles de radiocesio reportados en la investigación “no son nada de qué preocuparse”, afirmó la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA, por sus siglas en inglés) a Science Magazine.

“Lo que vemos hoy es una pequeña fracción de la radiación que estuvo presente durante las décadas de 1960 y 1970. No podemos decir con certeza si el cesio-137 tiene algo que ver con el colapso de las colonias de abejas o el declive de la población”.

Durante la Guerra Fría, el período de tensiones políticas y militares entre Estados Unidos y la Unión Soviética entre 1945 y 1990, ambos países probaron su potencia nuclear.

El efecto de más de 500 detonaciones atómicas de prueba liberó más radiación ionizante a la atmósfera que cualquier otro evento de la historia de la humanidad.

Los efectos de las pruebas nucleares sobre la miel

Jim Kaste, geoquímico ambiental de la Universidad William & Mary (Williamsburg), realizó la investigación. “Hubo un período en el que el país probó cientos de armas nucleares en la atmósfera. Lo que hizo fue poner una manta de esos isótopos en el medio ambiente, durante una ventana de tiempo muy estrecha”, indicó Kaste.

El científico pidió a sus alumnos, en 2017, una medición de contaminantes radioactivos sobre alimentos de origen local de los lugares donde pasaran las vacaciones. Varias frutas, frutos secos y otros alimentos, gracias a un detector gama, mostraron rastros muy débiles de cesio-137.

Pero cuando le tocó el turno a un frasco de miel de un mercado de agricultores de Carolina del Norte, Kaste quedó sumamente sorprendido.

“Lo medí de nuevo, porque pensé que algo le había pasado al frasco, o mi detector estaba dañado”, explicó el profesor. “Reprodujo la medición: fue 100 veces más caliente que cualquiera de los otros alimentos”.

Desde ese momento, Kaste y sus equipos realizaron mediciones de miel cruda, pura y sin filtrar de los mercados y apicultores en el este de Estados Unidos. De las 122 muestras de miel analizadas, 68 dejaron registros del isótopo radioactivo.

Se desconoce cuál de las pruebas produjo que aún en 2021 existieran rastros de materia nuclear sobre los alimentos.

El ciclo de la miel radioactiva

“Muchas de las detonaciones fueron tan poderosas que decenas de productos de fisión radioactiva fueron diseminados en la estratósfera y distribuidos globalmente por las lluvias”, afirma Kaste. “La presencia de contaminación radioactiva por pruebas nucleares es omnipresente”.

Las mieles con los niveles más altos resultaron de lugares en Estados Unidos donde el suelo tiene bajos niveles de potasio. Las plantas absorben el potasio como nutriente, pero este comparte similitudes atómicas con el cesio.

Cuando no hay mucho potasio, las plantas van directamente al cesio. El isótopo llega al néctar de la planta, que es tomado por las abejas, magnificando la concentración de cesio-137 al hacer miel. Este es el ciclo de la miel radioactiva.

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