Ciencia

Chilenos descubren que toxinas de la Marea Roja podrían combatir las crisis epilépticas

Científicos de la Universidad de Chile y del Instituto Milenio descubrieron que la Marea Roja podría ayudar a combatir la epilepsia.

Un impresionante hallazgo hicieron científicos de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile y  del Instituto Milenio de Nuerociencia Biomédica, ya que descubrieron que las toxinas de la peligrosa «Marea Roja» pueden servir para combatir las crisis epilépticas.

Todo esto por que la Neosaxitoxina, una ficotoxina que se encuentra en las microalgas que producen este fenómeno, puede ser la clave para un nuevo tratamiento de las crisis de esta enfermedad.

Los doctores y científicos analizaron sus efectos, con buenos resultados al ser inyectada en el cerebro de ratas con esta enfermedad, aprovechando su capacidad de inhibir la comunicación neuronal, al evitar la la generación de potenciales de acción que produzcan una excitabilidad neuronal anómala, como es el caso de la epilepsia.

“Estamos probando una sustancia que es considerada dañina, porque cuando hay marea roja los mariscos contaminados se pierden y los trabajadores se quedan sin llevar a su casa el sustento. De ahí nosotros estamos sacando un producto que ya tiene eficacia demostrada en otras patologías y la estamos probando en un modelo de epilepsia. Queremos que a futuro se convierta en un nuevo tratamiento capaz de controlar las crisis a largo plazo”, señaló Tamara Bustamante, del Instituto Milenio de Neurociencia Biomédica (BNI), quien bajo la dirección de los doctores José Luis Valdés y Néstor Lagos, está analizando los efectos de este principio activo.

Los resultados obtenidos en el modelo animal han demostrado que la administración en pequeñas cantidades de Neosaxitoxina directamente en el hipocampo -estructura del cerebro frecuentemente afectada por esta patología- disminuye tanto la incidencia de las crisis de epilepsia como la agresividad de las mismas.

Historia de una toxina

El Dr. Néstor Lagos, director del Laboratorio Bioquímica de Membrana del Programa de Fisiología de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile, encontró la ficotoxina en microalgas filamentosas de agua dulce luego de observar que personas y animales se enfermaban tras ingerirlas.

“Estas cianobacterias o microalgas son capaces de producir hasta una docena de toxinas. Primero las caracterizamos, separamos y purificamos. Así obtuvimos la Neosaxitoxina, el principio activo de un nuevo fármaco de manera mucho más simple y económico que la extracción de una toxina marina a partir de bivalvos contaminados”, explicó el especialista.

El académico fue quien describió por primera vez la toxina, y la ha utilizado en diversas patologías a nivel periférico, como la aplicación en cefalea tensional, disfunción del esfínter esofágico inferior y artroplastia de rodilla, entre otras. Además, en dosis de 20 microgramos permite el manejo del dolor postoperatorio hasta por 72 horas y no tiene efectos secundarios, a diferencia de los anestésicos locales tradicionales cuya acción desaparece a las seis horas.

Lagos agregó que la molécula interactúa de forma específica con los canales de sodio dependientes de voltaje, bloqueando su función y, por lo tanto, la transmisión neuronal al impedir que las células nerviosas y musculares produzcan potenciales de acción, de ahí su efecto. En este caso, el equipo decidió probarla en el sistema nervioso central, en patologías donde la causa sea una actividad eléctrica anómala del cerebro, como es el caso de la epilepsia.

Por su parte, el Dr. José Luis Valdés, investigador BNI, comentó que con su equipo del Laboratorio de Aprendizaje, Memoria y Neuromodulación de la Universidad de Chile, llevaban tiempo utilizando esta toxina para inactivar regiones cerebrales, ya que es el más potente anestésico que existe en la naturaleza, logrando demostrar que si se la coloca al interior del cerebro se puede inactivar en términos eléctricos una región de él por días y sin daños ni neurotoxicidad.

«El efecto inhibitorio de Neosaxitoxina es totalmente reversible, posteriormente la actividad neuronal se recupera sin problemas y las neuronas vuelven a funcionar manteniendo su plasticidad”, remarcó.

En la misma línea, Tamara Bustamante destacó que varios fármacos de los que ya están descritos y aprobados por la «Food and Drug Administration» de Estados Unidos para el control de las crisis de epilepsia apuntan al mismo blanco terapéutico que la toxina estudiada, pero que la diferencia radica en que tienen efectos secundarios.

«Nosotros presentamos esta alternativa que ha demostrado tener un efecto de larga duración, reversible y no neurotóxico en el modelo animal; pero en donde además tenemos como antecedente su aplicación en otras patologías en humanos con excelentes resultados”, remarcó.

Epilepsia en primera persona

Esta enfermedad no representa una realidad desconocida para la investigadora Tamara Bustamante, ya que a la edad de 20 años fue diagnosticada con ella, siendo esta investigación «la forma que encontré para reconciliarme con esta condición y así entender cómo un cerebro aparentemente normal es capaz de provocar crisis de epilepsia y a la vez tolerarlas”, relató.

Un aspecto que la científica destacó es que existen distintos tipos de este mal, por lo que su diagnóstico no resulta sencillo. En su caso «durante 10 años he tenido el diagnóstico de epilepsia del lóbulo temporal, básicamente porque es la más frecuente en adultos, pero no porque exista claridad de dónde está específicamente el foco epiléptico en mi cerebro. Eso trae como consecuencia que los medicamentos que estoy tomando puedan no ser los adecuados para mí caso y de ahí que me vuelva resistente a ellos», explicó.

Otro elemento que complica el panorama es que la enfermedad se puede producir por una lesión cerebral ocurrida durante la primera infancia producto de una encefalitis o convulsiones febriles, pudiéndose mantener en estado de latencia por años hasta una crisis.

«En mi caso yo tuve convulsiones febriles a los 8 meses y viví en absoluta normalidad hasta los 20 años, cuando tuve una convulsión y me diagnosticaron estrés. A los meses tuve otros episodios de similares características, que dio paso al diagnóstico actual”, relató Bustamante.

 

En el primer informe mundial sobre la epilepsia, elaborado por la Organización Mundial de la Salud, se define a la patología como “una enfermedad que afecta al cerebro y se caracteriza por una actividad eléctrica anormal, la cual provoca convulsiones o comportamientos y sensaciones inusuales, llegando -en algunos casos- a la pérdida de conciencia. Tiene consecuencias neurológicas, cognitivas, psicológicas y sociales y afecta a unas 50 millones de personas. Se espera que el número de pacientes siga aumentando debido al aumento de la esperanza de vida”.

El documento señala que tres cuartas partes de las personas con epilepsia que viven en países de ingresos bajos no reciben el tratamiento que necesitan. Sin embargo, hasta un 70 por ciento de ellas podrían dejar de tener crisis con un uso apropiado de medicamentos para controlar las convulsiones.

FUENTE: Universidad de Chile

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