Ha llegado el momento del estreno mundial de ROMA, la nueva película de Alfonso Cuarón, a través de Netflix. Y la expectativa no podría ser mayor en torno a este filme.
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Luego de unas controvertidas semanas de escándalo. Debido a que era prácticamente imposible verla en México dentro de una sala de cine. La cinta nominada a prácticamente cualquier premio anunciado en esta temporada; estará al fin disponible en la plataforma de streaming este 14 de diciembre.
Mientras la vorágine por verla crece en razón de su reconocimiento con la crítica; nosotros tuvimos la oportunidad de verla en una sala de cine. Y podemos adelantar que todo el furor está justificado.
ROMA está destinada a convertirse en un clásico y un referente del cine latinoamericano. Aquí les compartimos nuestras impresiones sin spoilers.
Una carta de amor y nostalgia a los 70
ROMA es una cinta que le habla con especial fuerza a todos aquellos que nacieron en México en la segunda mitad del siglo XX. La recreación de cómo era el país hace 47 años es meticulosa, milimétrica y obsesiva.
Pero a los espectadores del resto de América Latina no les resultarán ajenas esas estampas. Con gobiernos impositores, parajes llenos de vegetación antes de ser arrasados por las inmobiliarias, familias luchando por mantenerse en la clase media, y un dejo de nostalgia permanente por el pasado.
Quien escribe estas líneas nació en la década de los 80 y aún así pude reconocer escenarios, calles, series, rituales y hasta golosinas que aún seguían vigentes en mi niñez.
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Bajo ese aspecto ROMA tiene una capacidad de conexión brutal con el espectador. Pero es sólo una de las múltiples aristas donde la cinta logra su cometido de sacudir emocionalmente a quien se asoma a ese momento en la vida.
ROMA no es perfecta y eso la hace más humana
Quienes califican a ROMA como una obra maestra tal vez son aquellos que se ven arrasados por la fuerza imponente de su discurso visual.
Pero siendo objetivos, el filme es una mezcla de aciertos y fallos en su forma de construir la narración y los conflictos. Sobre todo en la primera mitad. Más que nada porque su gracia busca enfocarse en retratar la vida cotidiana de sus personajes, bajo una perspectiva cruda y casi documental, salpicada con momentos disparatados. Por fortuna al final se levanta y logra algo muy conmovedor.
También es innegable que ROMA puede ser considerada como un retrato muy armado desde el privilegio y lo aburguesado.
Donde la nostalgia del niño mimado de la familia dirige su mirada y su talento a contar un momento en la vida de una mujer que no fue valorada en su infancia: la muchacha que ayudaba en la casa.
Sin embargo le da voz a personas que por generaciones enteras han permanecido silenciadas en México. Hace visible un problema social que se ignora por defecto entre las clases altas y las aspiracionales.
Entonces, bajo esa perspectiva, la aportación de ROMA es necesaria. No sólo como una manifestación artística. Sino como un producto cultural que genera consciencia social.
El trabajo de Alfonso Cuarón
Cuarón como director, guionista, editor, productor, y supuesto director de fotografía (ahondaremos más adelante en eso) logra aquí su trabajo más disrruptivo. Aunque no sea redondo. El cineasta por momentos rebota entre lo insufrible, lo pretencioso, lo nostálgico, y lo brutalmente honesto. En el balance final ganan esos dos últimos puntos y salvan por mucho la película. Por más crítico y exigente que sea el espectador, ROMA consigue la complicada acrobacia que se propone. Las escenas donde Cleo, nuestra protagonista, convive con la familia se sienten honestas, reales, cotidianas, biográficas y MUY auténticas. El problema, si acaso, viene cuando Cuarón intenta abordar a sus personajes de las clases sociales más bajas interactuando únicamente entre ellos. Sin el juego inmediato de contrastes muchos diálogos se sienten a veces forzados, desubicados, ridículos o hasta mal dirigidos. El asunto es tan patente que en esas secuencias Alfonso Cuarón mejor se dedica a concentrarse en el juego de cámaras para desviarse con homenajes visuales y de absurdos al cine de Buñuel, Fellini y Truffaut. Son meras desviaciones por insuficiencia en el libreto. Pero están muy bien disimuladas, entretienen bastante, le dan mucho ritmo a todo y, por momentos, logra secuencias auténticamente entrañables. Los últimos 45 minutos son brutales e imperdibles ADVERTENCIA: No hay spoilers explícitos. Pero este apartado tiene más sentido si ya vieron la cinta. La gran virtud de la película, que sin duda le puede valer el apelativo de «Obra Maestra» para sus devotos es la segunda mitad de la cinta. Ahí ROMA logra una espiral dramática muy entrañable, muy conmovedora y muy dignificante que no habíamos visto en el cine, ni en la TV en México. Todo sin optar por la vía más fácil y recurrente del fallo forzado, donde casi todas las producciones nacionales caen en la historia barata y redentora de telenovela para su resolución. Aquí ROMA lo evita y nos regala un final honesto, de la vida real, brutal, devastador, lacrimógeno y de romperte el corazón. No tanto por lo que sucede en pantalla, sino por todo lo que implica. El final de la cinta tiene varias capas de lectura. Desde lo psicológico a lo social, pasando por lo aparentemente intrascendente. Tantas capas que te puede dejar reflexionando. De eso está hecho el buen cine. Pero tal vez Cuarón no hizo todo lo que dice que hizo Hay una cantidad hilarante de guiños y easter eggs a la propia filmografía de Cuarón a lo largo de toda ROMA. Pero también es su obra más disrruptiva. El trabajo de cinematografía es brillante y tiene un calibre digno del Óscar. Pero es innegable que por momentos pareciera que es otra persona la que estuvo detrás del encuadre y la fotografía. Es casi como si Ridley Scott se hubiera vuelto Woody Allen en el uso de la cámara y su lenguaje narrativo. Al ver los créditos de ROMA llama la atención un crédito de nombre peculiar: «Operador de cámara y colaborador cinematográfico», que le es concedido a Galo Olivares. Daba la peculiaridad del título, en IMDB incluso termina siendo aterrizado como parte del staff de Camera and Electrical Department. Basta con hacer una ligera búsqueda en Twitter para percatarse que de hecho hay una controversia local; relativamente ignorada por los medios. En donde se pide que Galo reciba el título como Director de Fotografía de ROMA. Según supuestos reportes anónimos de miembros de la producción; en realidad Olivares habría cumplido con las funciones para ameritar ese título. Que terminó siendo acreditado al también director, guionista, productor y editor. En cualquier escenario, o Alfonso Cuarón se reinventó completamente o él no hizo todo lo que dijo que hizo. Independientemente de ello, ROMA lo logra. Al final vaya que lo logra. Y no debería ser manchada por ese latente conflicto. Sin embargo, la experiencia de ver esto en una sala de cine es tan arrolladora e imponente, que tal vez el Teatro en Casa de cada usuario de Netflix podría quedarle pequeño. Si tienen de oportunidad de verla en una sala enorme deberían de hacerlo.