Economía

Impuestos, Ushuaia y Macri: las razones detrás de los precios de la tecnología en Argentina

Investigamos las razones detrás de los elevados precios en tecnología al sur del continente y por qué cientos de argentinos viajan a Chile a comprar televisores y celulares.

Argentina es tierra de comida, de bebida, de tango y de fútbol, pero no precisamente para comprar tecnología. ¿La razón de aquello? Para nadie es sorpresa que tiene mucho que ver con lo que sucede en las paredes del palacio de gobierno argentino, la Casa Rosada.

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En las tiendas de tecnología y electrónica del país trasandino es común ver productos que superan con creces el valor al que los encontramos en Chile o México. Por ejemplo, un bundle de PS4 que en Chile no supera los CLP$319.990 en retail, se vende al contado en Argentina a veinte o veintidós mil pesos, lo que vendría siendo aproximadamente CLP$500.000, o 750 dólares.

En televisores, la oferta de un Smart TV Samsung está a 27 mil pesos, o casi 650 mil pesos chilenos, en contraste con su precio en Chile: menos de 450 mil. Un iPhone 8 Plus suena casi como una pesadilla: ARG$49.500, que llevados a dinero chileno son CLP$1.230.000 aproximadamente, una suma impensada para los $800.000 de entrada del terminal a nuestro país.

Por supuesto, lo prohibitivo no se extiende solamente a los videojuegos, televisores ni teléfonos móviles: todo producto tecnológico está a merced de tales precios, lo que obliga a cientos de argentinos a migrar a países vecinos con el único objetivo de renovar la tecnología de sus hogares.

La razón de tales sumas tiene algo que ver con el valor de la moneda en cada país respecto a las divisas mundiales, donde todos sabemos que Argentina no tiene mucho espacio para maniobrar, en las cenizas de una devaluación de su moneda que aún genera problemas. Sin embargo, los precios tienen una razón más política de fondo, que se remonta a decisiones tomadas hace más de 40 años y que todavía repercuten.

Argentina02 (saiko3p/Getty Images/iStockphoto)

El paraíso de Tierra del Fuego

Antes de explicar lo que pasa en las tiendas de la capital porteña hay que viajar más al sur, específicamente a Ushuaia, ciudad de Tierra del Fuego que está a 2300 kilómetros de Buenos Aires y que es considerada por muchos como “el paraíso tecnológico del fin del mundo”.

Ésta ciudad de tundra patagónica -la más austral del mundo- tiene beneficios aduaneros desde 1972, cuando la Junta Militar que gobernaba el país decidió poblar la zona en base a libertades impositivas y un creciente desarrollo de producción tecnológica, fabricando o ensamblando en Argentina productos con el objetivo de darle un equilibrio a las rebajas de impuestos.

Para el 2015 la población de Ushuaia superaba las 150 mil personas, muchas de ellas empleadas en empresas como Grupo Newsan o la misma filial argentina de Huawei, fabricando artículos electrónicos como televisores, teléfonos móviles, computadores y equipos de aire acondicionado.

La región creció en su mayoría gracias al bloqueo de productos tecnológicos del exterior impulsado por la ex presidenta del país trasandino, Cristina Fernandez. Lógicamente, si las marcas no pueden entrar a Argentina desde afuera, tenían que hacerlo desde adentro: usando a los fabricantes locales.

Lamentablemente, esa seguridad económica no era tan real después de todo: debido a los cambios en los patrones de consumo -el argentino promedio prefería viajar a Chile y comprar un televisor en vez de pagarlo allá, por ejemplo- el presidente Mauricio Macri decidió rebajar los impuestos a ciertos productos para generar “mayor competencia”, lo que por supuesto va en claro desmedro de la producción nacional y que si bien abre puertas para el consumo, las cierra a la relativa independencia que Argentina había conseguido en materia productiva.

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Los dos caminos

Entendiendo que el problema de los precios está basado en esta dicotomía entre fabricación nacional e impuestos, cabe aclarar que los productos hechos en Argentina siguen siendo prohibitivos tanto para un foráneo como para un local, en un país de cuarenta millones de habitantes y un sueldo promedio que oscila en la barrera de los mil dólares mensuales.

Dichos impuestos son principalmente tres: un 18% a las importaciones, un 21% de impuesto al lujo y un 21% de impuesto al valor agregado (IVA en Chile, VAT en todo el mundo). Debido a estas cargas los precios pueden llegar a ser hasta un 130% más que su valor de lista en Estados Unidos.

Por lo tanto, ¿Qué opciones hay frente a tal disparidad? Argentina se ve enfrentada a dos caminos muy claros: proteger su industria productiva en materia tecnológica, o abrir el mercado por completo para no perder moneda nacional en otros países, con el consiguiente impacto a la inflación. De más está decir que la primera opción es la que requiere más esfuerzo y la que genera más resquemor por parte de los consumidores finales, los que siempre preferirán el precio más barato.

El camino hacia allá precisa muchas mejoras: actualmente Ushuaia debe encarecer sus costos de producción ya que las partes con las que se ensamblan sus equipos deben llegar a Buenos Aires, viajar por tierra a la Patagonia y luego volver a la capital como productos manufacturados. Una mejora del puerto de Ushuaia, o convertir la ciudad en el Manaos argentino y expandir la cantidad de productos a manufacturar suenan como las principales ideas para disminuir los precios.

Sin embargo, la otra vía parece ser hacia donde Macri apunta el volante del país, impulsando medidas económicamente más liberales –como la tentativa entrada de Amazon a Argentina y su discusión con Chile– y beneficios fiscales a las importaciones, medidas que podrían dejar a miles de personas sin trabajo al final del continente.

De todas maneras, y de seguir los precios en esta abismante disparidad, es muy probable que sigamos teniendo turismo de shopping en Chile.

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