PlayStation 4

Labs en construcción: Batman Arkham Knight

¿Es el Batmobile el vehículo del héroe que necesitamos?

Cuando Rocksteady dijo que el Batmobile iba a ser un elemento nuevo e importante en Arkham Knight, probablemente nadie imaginó su relevancia. En Arkham Knight, con un Batman en el peak de sus habilidades físicas y tecnológicas, nada parece más importante que el vehículo tanque.

Y tanto así que hacia la mitad del juego -al menos en el modo historia- sus apariciones como actividad relevante para continuar avanzando empiezan a hacerse ligeramente más pesadas. Eliminar una serie de drones en una esquina de Gotham como tutorial es un buen ejercicio; luego, cuando ese ejercicio se repite cuatro, cinco, seis veces, comienza a aparecer un pequeño desgaste.

Para algunos, el control del Batmobile es lo que genera algunos problemas, aunque ese no ha sido mi caso hasta ahora. Tal vez en un comienzo se siente extraño presionar el botón cuadrado (o X, en Xbox) para frenar, siendo que la fuerza de la costumbre habrá a muchos hecho presionar el gatillo izquierdo hasta convertir el vehículo-tanque en un tanque-tanque. Pero el control en general y sus físicas se sienten apropiadas para lo que es el Batmobile en sus versiones más modernas: pura fuerza bruta que arrasa con todo pero que además acelera como un deportivo.

Conforme pasan las horas y aparecen más dificultades en Gotham City, cabe preguntarse como lo hizo Wayne para sobrevivir en Arkham City/Origins sin el fiel compañero mecánico. Es cierto que esos mapas eran mucho más pequeños pero el transporte nunca fue un problema para este Batman, no mientras exista el gancho aéreo que se aferra a cualquier cosa. No mientras exista la capa.

En cambio, en Arkham Knight el Batmobile no solo es un medio de transporte sino también una herramienta para resolver pequeños puzzles o para llegar a lugares imposibles de alcanzar sin cuatro ruedas. Y de paso, eliminar una serie de drones en una esquina, no sin a veces romper la única regla de Batman.

Por momentos, el Batmobile se convierte en el héroe que no merecemos (ni tampoco queremos) pero que sí necesitamos.

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