Ciencia

Rosetta vs. Hayabusa-2: un cara a cara en el espacio

El 30 de noviembre, una versión mejorada del “halcón japonés” volará de nuevo para atrapar pedazos de un asteroide.

A estas alturas, la historia de la sonda europea Rosetta la conoce todo el mundo: se lanzó en 2004 y, tras más de 10 años viajando por el sistema solar, este año llegó hasta el cometa 67P/Churyumov-Gerasimenko donde, el pasado 12 de noviembre, lanzó su módulo de aterrizaje Philae.

Éste tuvo problemas con sus arpones de anclaje, rebotó por la superficie varias veces y se detuvo en un lugar desconocido, desde donde transmitió datos científicos antes de agotar sus baterías y entrar en un estado de “hibernación” del que podría salir cuando el cometa se acerque al Sol y la energía de la estrella permita a los paneles solares de Philae funcionar y generar energía con la cual alimentarse. Por su parte, Rosetta seguirá orbitando y analizando el cometa en los próximos meses.

El polvo de Hayabusa

Una historia parecida, pero menos mediática, la protagonizó la sonda Hayabusa de la Agencia Japonesa de Exploración Aeroespacial (JAXA). Su objetivo fue un asteroide en lugar de un cometa. Ambos difieren en su composición y órbitas, pero los dos son objetos primitivos e importantes para conocer la evolución del sistema solar.

Hayabusa –que significa “halcón peregrino” en japonés– llegó en 2005 al asteroide Itokawa (aunque no lo orbitó)  y “atrapó” unas muestras en la superficie. La operación duró unos minutos y fue bastante accidentada: la sonda perdió un importante elemento de aterrizaje llamado MINERVA y el mecanismo de recogida de regolito –el polvo extraterrestre– no funcionó como debería. Además, durante el viaje de regreso a la Tierra, tres de los cuatro motores de la sonda se averiaron, lo que devino en la amenaza de dejar la nave a la deriva en el espacio.

A pesar de todo, al final consiguieron traer por primera vez a la Tierra una cápsula con 1500 partículas del asteroide. Cayeron en Australia en 2010.

Estas partículas son un tesoro científico. Las únicas rocas extraterrestres que se conservan, aparte de las de la Luna, son las de los meteoritos. Como éstas soportan altas temperaturas al atravesar la atmósfera, es difícil saber si los compuestos que los investigadores encuentran en ellos son representativos de las rocas intactas que surcan el espacio.

En las muestras recogidas por Hayabusa los expertos detectaron olivina y piroxeno, dos componentes abundantes de las condritas, un tipo de meteorito recogido muchas veces en la Tierra.

El próximo 30 de noviembre, desde el Centro Espacial de Tanegashima, en Japón, la JAXA lanzará a su sucesora, Hayabusa-2, con un sistema de navegación y guiado autónomo mejorados. Su objetivo esta vez será el asteroide 1999 JU3, una roca de unos 900 metros que se cree que podría albergar agua y sustancias orgánicas.

Hayabusa-2 aterrizará en el asteroide en 2018. La idea es que permanezca a unos 20 kilómetros del asteroide durante 18 meses, observándolo y estudiándolo con la legión de minisondas que porta. Además, recogerá tres muestras de la superficie. Para ello Hayabusa-2 usará un pequeño artefacto explosivo que, tras ser desacoplado, detonará en la superficie del asteroide y producirá un cráter de un metro de diámetro del que se obtendrán muestras no afectadas por la radiación solar. El material recogido llegará en una cápsula a nuestro planeta en 2020.

El viaje de Bennu

La agencia japonesa JAXA no es la única que ha decidido ir a la caza de asteroides. La NASA está preparando otra misión con el mismo objetivo. Se llama OSIRIS-REx (Origins Spectral Interpretation Resource Identification Security Regolith Explorer) y su destino es un asteroide llamado Bennu.

Bennu, descubierto en 1999 y con un diámetro de 493 metros, es un trozo de roca que ha permanecido relativamente intacto desde los orígenes del sistema solar de ahí el interés que despierta en la comunidad científica internacional. En esta película de animación (en inglés, con subtítulos) la NASA explica de manera muy sencilla y didáctica el viaje de millones de años del asteroide y cómo OSIRIS planea llegar hasta él, tomar una muestra y volverse a la Tierra para que podamos analizarla.

El inicio de la misión está planificado para septiembre de 2016. OSIRIS pasará un total de 2 años en el espacio antes de posarse sobre Bennu y regresará a la Tierra con las muestras en 2023.

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