Ciencia

En busca del origen de la risa

El estudio de la risa pueda ayudarnos a entender por qué somos como somos.

La risa es la mejor medicina. Es un cliché, pero está demostrado científicamente. Reírnos nos hace sentir bien, aumenta nuestra sensación de felicidad, mejora nuestro sistema inmunológico y nos ayuda a combatir el estrés en situaciones difíciles.

En 2013, un estudio demostró que la risa alivia los síntomas de la depresión en las personas de edad avanzada. Otra investigación publicada a principios de este año halló que los bomberos que emplean el humor como un mecanismo de defensa presentan una cierta protección frente al trastorno por estrés post-traumático. Reír también alivia ansiedades más cotidianas. Un equipo de científicos concluyó que ver un capítulo de la serie Friends es tan efectivo para mejorar el estado de ánimo de una persona como escuchar música o hacer deporte.

Todos nos reímos, hombres y mujeres de todas las culturas y de todas las edades. Los bebés empiezan a sonreír antes que a hablar y a pesar de la enorme cantidad de lenguas distintas que hay en el planeta, la risa es universal. Es uno de nuestros bienes más preciados pero sabemos muy poco sobre el origen y el por qué de la risa.

Estudios de su origen

Desde hace 20 años, los neurocientíficos están intentando averiguarlo. Mediante técnicas de neuroimagen han descubierto qué regiones del cerebro son las responsables de la risa. El sistema límbico es una de ellas. Es la parte más primitiva del cerebro, está involucrado en las emociones y nos ayuda en las funciones básicas que garantizan nuestra supervivencia, como buscar alimento.

La amígdala y el hipocampo son otras dos estructuras que tienen un papel fundamental. Al parecer ambas regiones se conectan y entran en acción en la mediación y el control de actividades como la amistad, el amor, el afecto y la expresión del humor.

El psicólogo y neurocientífico Robert Provine, de la Universidad de Maryland, en Estados Unidos, es uno de los mayores expertos del mundo en el estudio serio de la risa. Lleva toda su vida investigando las raíces sociales y neurológicas de la risa y en el siguiente vídeo explica algunas de las sorprendentes conclusiones a las que ha llegado.

Por ejemplo, que el “ja-ja-ja” está más relacionado con las relaciones humanas que con celebrar un buen chiste. Es una señal que lanzamos para indicar a alguien que deseamos incluirlo en nuestro juego.

Su idea coincide con los hallazgos realizados por los investigadores Matthew Gervais y David Sloan, de la Universidad Estatal de Nueva York, quienes han rastreado los orígenes evolutivos de la risa y proponen que habría surgido a partir de los juegos de nuestros ancestros primates hace unos 4 millones de años.

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Provine cree que la risa, al ser un fenómeno social, no puede estudiarse adecuadamente con personas confinadas dentro de un laboratorio y, por eso, sus investigaciones se basan en estudios de campo y en grabaciones a 1.200 personas que ha realizado en banquetas, fiestas y centro comerciales.

Según el académico, es un mecanismo humano para solucionar problemas. En una sociedad tan interconectada como la nuestra, donde las comunidades están formadas, además, por muchos individuos, a veces el lenguaje es impreciso y genera malentendidos. Para llenar estas lagunas, el ser humano ha desarrollado dos mecanismos: el llanto y la risa.

El llanto

El llanto surge cuando se rompen lazos entre individuos mientras que la risa favorece la creación de estas uniones sociales. Prueba de ello es que es 30 veces más frecuente que nos riamos en compañía de otras personas que solos.

La risa es también un elemento de identidad, porque si bien todas las risas se parecen, cada una es única y nos diferencia.

Aunque siempre la asociamos con cosas positivas, la risa también tiene su lado oscuro. Según Provine, cuando nos reímos de la gente o se ríen de nosotros, la risa puede ser dolorosa e incluso peligrosa.

Este lado oscuro también ha quedado reflejado en estudios científicos que demuestran que las personas aparentemente más bromistas suelen tener más problemas de salud que aquellas que las reciben. Y es que no hay medicina que no tenga efectos secundarios.

Foto portada (cc) Chris Hunkeler

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