Columna

Slenderman, el primer monstruo hiperreal

En un mundo en el que no hay realidad, sino grados de digitalidad acumulada, todo es real e irreal a la vez.

La semana pasada en Wisconsin, Estados Unidos, una chica de doce años fue atacada por dos compañeras de la misma edad: recibió diecinueve cuchillazos como parte de un intento por realizar un sacrificio humano a Slenderman, un monstruo que secuestra y tortura a niños, creado mediante Photoshop el 10 de junio del 2009 en el sitio somethingawful.com por Victor Surge.

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Era un juego, una competición para realizar escenas paranormales: Surge subió dos imágenes en las que se veía a varios niños alejarse de una persona alta, de traje o de una sombra cuyos brazos se transforman en tentáculos -un mensaje añadido por el autor “explicaba” que las imágenes habían sido tomadas durante la década del 80.

Los primeros comentarios recibidos elogiaron la composición digital, remarcando que no tardarían en aparecer en algunos sitios paranormales como fotos legítimas y no tardaron en sumarse personas a la creación de este monstruo que comenzaron a subir, no sólo en somethingawful, evidencias del Slenderman.

Las contribuciones no fueron sólo visuales, sino que también se comenzó a dibujar una historia, llegando a relacionar al monstruo con antiguas leyendas medievales. Con el pasar de los días (a pesar de que todo ocurra en el presente, como dice Douglas Rushkoff, los días parecen seguir transcurriendo uno detrás del otro) el límite entre fantasía y realidad empezó a desaparecer.

Ian “Cat” Vincent hizo un trabajo maravilloso al rastrear la historia. Cuenta que el 15 de junio del mismo año, cinco días después de su aparición, vemos una advertencia:

The Slender Man. He exists because you thought of him. Now try and not think of him.

En español:

Existe porque pensaron en él. Intenten no pensar en él.

El simple hecho de pensar en el monstruo lo hizo real: no importa que sus “apariciones” en el Egipto antiguo y el folclore medieval sean inventadas, Slendermen cobró vida gracias al pensamiento colectivo. Los tulpas tibetanos son “formas mentales”, arquitecturas astrales que cobran existencia mediante el pensamiento. Hay incontables mitos y leyendas sobre ellos, son una de las bases del ocultismo (tanto occidental como oriental) – y esos mismos días de junio ya algunos aficionados de Slenderman tuvieron pesadillas con él.

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La historia creció y se convirtió en video, a la par que seguían apareciendo en todo el mundo “evidencias” y supuestas víctimas. Además del mito, nacía una obsesión -porque el terror, el terror de verdad, como sabe cualquier personaje principal de Lovecraft, obsesiona. Las pesadillas, el grado de obsesión de los early-adopters del monstruo, evidencias de la reacción visceral que genera una sombra, nada más que una sombra.

No tenía un mes de existencia cuando Slenderman llegó a 4chan y se comenzó a discutir la posibilidad de crear en torno a él un Juego de Realidad Alternativa, una narrativa transmediática que disipara cualquier posibilidad de diferencias fantasía de realidad -algo que había ocurrido desde el primer día, sólo que explícita y con más presupuesto.

Marble Hornets, una serie de videos caseros de terror, fue creada con $300 dólares – es una supuesta filmación respaldada por comentarios y personalidades online. Alex, el “cineasta original” que se ve en los videos, es víctima de Slenderman, pero también “Jay”, quien subió los videos a YouTube.

Una historia que no es una historia, porque la primera y única regla de los ARGs (Juego de Realidad Alternativa) es que no son un juego: son una narrativa que aprovecha las nuevas tecnologías y cuya estructura se apoya por completo en la interactividad y la experiencia del usuario, que debe olvidar que está ante una historia (y a menudo ni siquiera lo sospecha).

En el nuevo mundo, en que no hay internet ni realidad sino grados de digitalidad acumulada, todo es real e irreal a la vez. Ya no hay manera de diferenciar una imagen real de una falsa, cada vez es más difícil distinguir a una persona de un chatbot -o de un tulpa.

En una realidad transmedial, no es más ridículo creer en Slenderman que en una deidad o demonio respaldados por miles de años y millones de creyentes. No sorprende entones que dos chicas estén afrontando una condena que podría llegar a los 65 años de prisión (saldrían al tener 77 años, si es que llegan a esa edad). Tampoco sorprende que haya una especie de furor y hasta una madre haya atacado a su hijo en estos días y haya mencionado al “Hombre delgado“.

David Morales, administrador de Creepypasta, uno de los responsables de la “viralización” de Slenderman, se equivoca por completo al decir “no enseñamos a los chicos a creer en un monstruo de ficción”.

Claro que no enseñaron nada a nadie, pero Slenderman no es un monstruo de ficción. Es un monstruo hiperreal, sus tentáculos pueden llegar a rozar tu piel en cualquier momento, en tus sueños o mientras esperas impaciente que se cargue un sitio web.

Slenderman es real porque pensamos en él, porque lo inventamos – y no es más triste o ridículo un sacrificio realizado a su nombre que el hecho a un demonio que se lleva mal desde hace miles de millones de años con una deidad creadora. Los sacrificios humanos se esconden en el fondo del inconsciente colectivo, en un rincón cubierto de polvo y locura al que cada tanto nos vemos expuestos y naturalmente nos horrorizamos.

Pensamos en él. Intenta no pensar en él.

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