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GhostFood, el proyecto de los sabores virtuales

Un carrito de comida que explora un futuro donde podremos probar sabores de comida que ha desaparecido.

Hace un par de años encontré un armatoste de cristal que parecía algo salido de la colección personal de pipas de Robert Ford, pero resultó ser un sistema especialmente desarrollado para vaporizar y consumir alcohol. En su momento parecía algo bastante extraño y un poco aterrador, pero al poco tiempo la existencia de tal aparato comenzó a tener sentido.

Gran parte del sabor viene del olor y dicha máquina liberaba esencias que de otra manera no habrían salido de los licores. GhostFood podrá no ser el primero en aplicar el concepto, pero si parece ser el proyecto que mejor lo ha logrado explorar la relación entre el olfato y la comida .

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El núcleo de GhostFood es un carrito de comida, de esos que proliferan en NY, que utiliza una tecnología basada en la “fisiología de los insectos” para servir tres sabores diferentes: bacalao, cacahuate y cacao.

Lo interesante aquí es que ninguno de los tres sabores llega principalmente por tu boca, si no por una “estimulación directa del olfato” para permitirle a la persona una experiencia sensorial de alimentos que pronto dejarán, al menos en teoría, de estar disponibles.

GhostFood

La segunda parte de la experiencia la compone una “textura análoga”, es decir una especie de pudín diseñado para imitar la textura del alimento que se ha elegido. En GhostFood no comes hueva de bacalao, comes algo con una textura similar mientras un dispositivo, impreso en 3D, te estimula el olfato para simular comer. Y eso es lo maravilloso de GhostFood, simular el futuro donde el chocolate se ha terminado, el bacalao se extinguió y los cacahuates son solo recuerdo.

El proyecto, de Miriam Simun, comenzó como una manera de tratar de sensibilizar al público sobre el impacto del cambio climático sobre la pérdida de la biodiversidad y, por consiguiente, de algunos grandes sabores. Pero lo que GhostFood realmente logró, al menos conmigo, fue hacerme cuestionar si un mundo de chocolate virtual vale realmente la pena. Una manera dura de hacerme preocupar por el cambio climático.

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