El 17 de marzo de 2014 el Harvard-Smithsonian Center for Astrophysics anunció la detección de ondas primordiales, fuerte evidencia para la teoría del Big Bang. Una teoría que es conocida a nivel mundial por el nombre despectivo que le dio uno de sus principales oponentes tratando de ridiculizarla. Falló miserablemente.
Hace cincuenta años que Arno Penzias y Robert Wilson confirmaron la teoría del Big Bang, una teoría incipiente que utilizaba soluciones de las ecuaciones de la relatividad general para explicar el origen del universo. Hace, ya, 36 años que ambos ganaron el premio Nobel de física por su descubrimiento, casi por error, de la radiación cósmica de fondo, y precisamente eso se celebró durante el día de ayer y el día de hoy por el mundo.
La radiación de fondo no es más que los remanentes de la luz provenientes de la gran explosión, que se ha enfriado por la expansión del universo y ahora se encuentra a 3,5 grados sobre el cero absoluto. Penzias y Wilson lo encontraron como una interferencia en una de sus antenas, no estaba mal calibrada, y no importaba a donde se apuntara la antena, siempre estaba ahí.
Antena Holmdel Horn, NASA
Era tal la desesperación por descubrir que era esta interferencia que se llegó a teorizar que era resultado del “material dialéctico blando” salido de un par de palomas que gustaban de pararse en la antena. El resultado, que fue publicado sin interpretación y solo una referencia a un modelo teórico resulto coincidir con lo propuesto por el modelo del Big Bang.
Por eso es tan importante el resultado de las ondas gravitacionales, que son fluctuaciones generadas en la curvatura espacio-tiempo que se propaga como onda, nueva evidencia que nos permite entender un poco más de como funcionaba el universo primitivo.