Ciencia

Investigadores demuestran la relación entre ciencia y moral humana

Mediante una serie de 4 estudios, investigadores de la Universidad de California concluyeron que “pensar en ciencia” cambia las sociedades para mejor.

A lo largo de la historia, la ciencia se ha relacionado de muchas formas con nuestra vida. Apareció con fuerza cuando la sociedad occidental cambio su centralización hacia Dios, y comenzó a enfocarse en el razonamiento como la principal herramienta para entender y mejorar nuestra existencia. Es así como la noción de la ciencia contiene la visión de moral social en la que el razonamiento es usado para el beneficio de todos.

La incorporación de las nociones de ciencia como parte de una amplia visión de sociedad facilita los juicios y comportamientos morales y sociales. La ciencia entrega una visión y opiniones mucho más informadas acerca del bien y el mal, y es esta condición la que motivó a científicos de la Universidad de California a probar de manera empírica la relación entre “pensar en la ciencia” y su implicancia en los juicios y pensamientos morales.

Demostrando la relación entre la ciencia y la moral

(cc) dietmut / Flickr

Para ello se diseñaron 4 estudios, separados en 2 grupos (estudio 1 y estudio 2-4). También se dividió la “moralidad” en varias características: la diferenciación entre el bien y el mal, el pensamiento pro-sociedad y el comportamiento pro-sociedad.

El estudio 1 buscaba entender cómo se relaciona la orientación natural a la ciencia con el pensamiento moral. Para ello 48 estudiantes de ambos sexos y de múltiples carreras leyeron una noticia sobre una relación sexual no consensuada entre un hombre y una mujer. Debían indicar qué tan correcta era la situación en una escala que iba desde 0 (totalmente correcta) a 100 (totalmente incorrecta). El resultado indicó que aquellos que estudiaban carreras científicas (biología, química o física por ejemplo) fueron mucho más drásticos al repudiar el hecho (casi el doble) que aquellos que estudiaban otro tipo de carreras (arte, historia, música o teatro).

Para los estudios 2, 3 y 4 se crearon dos grupos (A, que sería el de estudio y B el de control) con participantes seleccionados al azar. A ambos grupos se les entregaron tarjetas con palabras aleatorias, pero en las del grupo A se incluían palabras relacionadas con la ciencia (lógica, hipótesis, laboratorio, científicos y teoría),  mientras que en las tarjetas del grupo B se entregaron frases mezcladas (zapatos, debes, los, cambiar, viejos). Ambos grupos leyeron sus respectivas palabras y posteriormente se continuó con el experimento.

El estudio 2 buscaba entender cómo se relaciona el “pensar en ciencia” con el pensamiento moral. 33 estudiantes se dividieron entre A y B, leyeron sus tarjetas y posteriormente leyeron la misma noticia de la relación sexual no consensuada. Los resultados indicaron que el grupo A fue mucho más categórico en el rechazo de la situación.

El estudio 3 buscaba entender cómo se relaciona el “pensar en ciencia” con el pensamiento social. Para ello 32 estudiantes se dividieron entre A y B, leyeron sus tarjetas y posteriormente se les pregunto qué actividad preferirían hacer el próximo mes. Podían elegir entre actividades sociales (por ejemplo: voluntariado) y actividades de distracción (ejemplo: vacaciones). El grupo A mostró mucha mayor disposición a las actividades sociales.

Por último el estudio 4 buscaba entender cómo se relaciona el “pensar en ciencia” frente al comportamiento moral (en este caso, el egoísmo). Para ello se improvisó un juego en el que a cada participante (de ambos grupos, 43 en total) se entregaban 5 dólares, los cuales serían suyos al final del estudio sin importar que pasara. La idea del juego era distribuirlos como ellos decidieran, repartiéndolos a los otros jugadores o quedándoselos. Los resultados arrojaron dos conclusiones: Los hombres son más desprendidos que las mujeres, y el grupo A fue más desprendido que el grupo B.

El resultado final

De esta forma se demuestra que el simple hecho de pensar en ciencia, incluso sin necesidad de estar dedicado a ella, transforma el comportamiento social, permitiéndonos juzgar entre el bien y el mal de mejor forma (estudio 1 y 2), aumentando nuestras intenciones altruistas futuras (estudio 3) y mejorando nuestro comportamiento altruista actual con los demás (estudio 4). En ese sentido, queda de manifiesto que la relación entre ciencia y moralidad es muy fuerte.

La única característica no considerada en el estudio, y que impide generalizar totalmente, es la política. El estudio no permite determinar si una persona conservadora o liberal va a actuar de la misma manera que se plantea, pero tampoco existen indicios que planteen lo contrario.

La ciencia en la sociedad

En mi humilde opinión, estos resultados tienen de dulce y agraz. Dado que el pensamiento científico se adquiere mediante la educación, es muy alentador pensar que existe un doble incentivo para mejorar nuestras políticas. Si pensamos en Europa, y solo por poner un ejemplo nos enfocamos en Reino Unido, su nivel de inversión en educación e investigación científica no solo asegura el progreso futuro, sino que potencia una sociedad más reflexiva, consciente y colaborativa. A niños desde los 7 años se les enseñará programación, cambio climático y diseño 3D en los colegios, mientras que la inversión en I+D 2013 alcanzará los 700 millones de euros.

Por otra parte está nuestra realidad, donde en Latinoamérica solo Brasil tiene una inversión I+D del 1% del PIB. Para qué hablar de la educación, en la cual niños de escasos recursos con suerte han podido utilizar tubos de ensayo, microscopios o telescopios. No se incentiva la curiosidad ni la excelencia, y eso (según este estudio) se traduce directamente en cómo opera nuestra sociedad actual.

Pero bueno, veamos el vaso medio lleno, es una oportunidad para que “ellos” entiendan que la educación lo es todo. Por el momento, volvámonos curiosos y con ganas de aprender, soñemos e intentemos descubrir, ya que no es necesario ser doctor para hablar de ciencia.

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