Móviles

Steve Ballmer y la tardía revolución móvil que consolidó en Microsoft

El CEO de Microsoft: Un Incomprendido, un rechazado, un tipo raro. Un empleado modelo.

Cuando en 2007 fue presentado el iPhone, no fueron pocos los portavoces de numerosos fabricantes que salieron al paso del teléfono presentado por Apple. Uno de los que atacó al recién llegado con más fuerza fue el entonces CEO de Microsoft, Steve Ballmer. En una declaración que hasta el día de hoy muchos recuerdan con una sonrisa burlona, el ejecutivo dijo que el equipo «no tenía oportunidad para ganar una cuota de mercado significativa».

La historia demostraría que eso sería un error garrafal, pero también daría pie para una transformación mayúscula al interior de la compañía de Redmond.

La constante negación con que Steve Ballmer enfrentaba la creciente competencia desde el mundo móvil, lo increíblemente aferrado que estaba al PC como lo conocíamos a comienzos de siglo, y la burbuja en que parecía vivir el equipo de desarrollo de Microsoft hicieron que la empresa líder en software de computación personal cayera en un vacío creativo que le afectó en múltiples sentidos, pero que en el área móvil parecía afectar más notoriamente conforme este segmento iba tomando más relevancia en la industria.

Esto no es una casualidad: Bill Gates es un visionario, y — por cierto — fue un tipo muy inteligente a la hora de tomar la decisión de su salida. Al dejar a Steve Ballmer en el cargo, Gates le hizo el quite a la creciente tendencia de menor compra de PCs año tras año. Ballmer se tuvo que hacer cargo de eso, y en el camino por cumplir con las expectativas de todos con más entusiasmo que ideas, terminó dando muchos palos de ciego.

¿Qué podemos decir de lo que nos convoca? Bueno, que Windows Mobile era un desastre. Y luego un renovado desastre tras la llegada de 6.5, pero un desastre al fin y al cabo. Ballmer incluso reconoció con posterioridad que en Microsoft «habían metido la pata» con ese sistema operativo, y que Windows Phone era lo que — esperaban — les ayudaría a redimirse. Con ese paso en falso perdieron valiosos años de desarrollo, y estaban empeñados en recuperar el tiempo perdido.

«Esto no volverá a pasar», dijo en una sentida entrevista a ComputerWorld en 2009.

Y se encargó de que eso fuera así.

Windows Phone fue presentado en 2010 como la gran renovación para una empresa cuyo acercamiento al mundo móvil distaba mucho de lo que en ese momento era visto como un estándar para el mercado.

Por supuesto, el viaje no sería fácil y traería una nueva caída ese año encarnada en el nefasto Kin, ese olvidado dispositivo creado con tecnología de Danger — los mismos del popular Sidekick — y que apenas estuvo un mes y medio en vitrinas antes de ser retirado y asumido como uno de los fracasos más rotundos en las múltiples incursiones de Microsoft al mercado móvil. Apenas vendieron 503 unidades.

Pero Windows Phone se afirmaba. Con ese anuncio, Microsoft dejaba atrás una experiencia horrible y anacrónica al abrazar la llamada interfaz «Metro» basada en baldosas y simples gestos. Lucía moderna. Lucía como nada más en la industria. Con el tiempo terminó creciendo hasta convertirse en el tercer ecosistema del mercado móvil mundial, y hasta el segundo en algunos mercados emergentes. Nada mal.

13 años pueden desgastar cualquier relación y, como era de esperarse, Ballmer parece haber acusado el golpe tras todo este tiempo.

No se trata de decir que el tipo ha sido el mejor CEO que la compañía ha tenido. De hecho, si preguntamos en Forbes probablemente ellos recordarán que alguna vez lo pusieron al tope de la lista de los CEOs que debían ser despedidos de sus compañías cuanto antes. Sin embargo, con el tiempo logró darle a la empresa una mística perdida al comienzo de su propio mando, y que hoy — cuando falta un año para su salida — tiene a muchos sacando cuentas poco felices para una compañía que desde que Ballmer asumió, y hasta hoy, cayó notablemente en el precio de su acción.

Pero su valor en la industria es mucho más que un puñado de dólares más o menos. Con el tiempo, Ballmer ha sido el catalizador de la unificación de los esfuerzos de una compañía centrada en crear software para terceros y hardware a menor escala, hasta convertirla en una compañía que dio el giro hacia una compañía que ataca múltiples frentes a nivel consumidor y empresa con servicios asociados a hardware, y que da señales de estar en un buen camino hacia recuperar el protagonismo perdido a manos de Apple durante los últimos años en el mercado de personas.

Una pérdida que siempre tuvo una componente más cercana a la falta de ese «cool factor» que tan bien explotan los de Cupertino, y que hoy no es un problema para Microsoft y su actual cuota de mercado en productos portátiles. Hoy en día la reinvención de Microsoft está dejándolos ad portas de ser nuevamente una marca cool, y eso — nos guste la forma o no — es mérito de su trabajo.

Actuó tarde, actuó por intuición, falló, se recompuso, y ahora comienzan recién a mostrarse los frutos en el área móvil… Yo diría que Ballmer puede estar relativamente tranquilo. Con los cambios que ha introducido a la empresa logró sentar las bases para que el próximo CEO que asuma en Redmond tenga una posición mucho más fácil gracias a que hoy todas las lineas de negocio trabajan juntas potenciándose unas a otras.

Sí, el PC es importante para ellos y siempre lo será, pero la diversificación a otros mercados de los últimos años les ha dado la holgura necesaria para explorar nuevos formatos que permiten — y permitirán — que cada dispositivo sea un PC y, en el fondo, ninguno lo sea bajo los cánones que manejábamos hasta hace un par de años. Tablets como el Surface, PCs híbridos, dispositivos móviles en el más amplio sentido de la palabra, computadores, tecnología vestible y las evoluciones de muchas otras cosas que todavía están por venir. Mucho que esperar, poco tiempo para actuar.

Ballmer dejará a Microsoft un ecosistema multiplataforma consistente, y la alianza con uno de los fabricantes más relevantes de todo el mercado móvil que le ha ayudado a posicionarse con éxito alrededor del mundo. A primera vista esto puede sonar como un capital subexplotado, pero aun así es algo por lo que otros fabricantes móviles matarían. Esto habla del potencial futuro de este gigante dormido a contar de 2014 que tendrá que pasar de la reacción a la acción para consolidar su actual momento.

Steve Ballmer ha estado haciendo el trabajo sucio. Alguien tenía que hacerlo, y nadie mejor que un empleado que gritaba sin temor a los cuatro vientos «¡amo a esta compañía!», aunque ni él entendiera muy bien todo lo que tendría que pasar antes de conseguir la validación de la industria.

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