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Atentados del 9/11, una recapitulación de su efecto en los videojuegos

Luego de 11 años desde la destrucción del World Trade Center, recordamos el impacto del fatídico suceso en la industria de los videojuegos.

Los atentados terroristas del 11 de septiembre, acontecimiento que hirió en lo mas hondo del orgullo norteamericano, pero que también acarreó importantes transformaciones en las diferentes facetas de la sociedad global. Dejando de lado las consecuencias directas del fatídico día (guerra, muerte y destrucción), quizá uno de los sectores más lastimados con el derrumbe de las Torres Gemelas neoyorquinas fue el sector mediático: películas, series, historietas y hasta libros que tuvieron que configurar sus contenidos para no desembocar en una inevitable controversia.

Dentro de esa encrucijada post 9/11 también se vieron envueltos los videojuegos, productos dedicados únicamente al entretenimiento y cuya construcción comenzaba a rayar cada vez más en el “realismo”, no sólo en apariencia, sino también en narrativas. Lo anterior ocasionó que los responsables de la industria se manejaran de manera más reservada en la creación de sus juegos (por lo menos durante algún tiempo después de los ataques), omitiendo algunos elementos y sustituyéndolos por piezas que no pudieran ser relacionadas con el supuesto ataque del grupo Al Qaeda al World Trade Center.

Metal Gear Solid 2: Sons of Liberty fue uno de tantos juegos que se vieron afectados por los atentados terroristas. Originalmente, Hideo Kojima había escrito varias escenas que tomaban lugar en Nueva York, incluyendo la última pelea y la embestida de la colosal base marina en pleno Manhattan, derribando la Estatua de la Libertad y destruyendo media isla a su paso. Konami no tardó mucho en anunciar una restructuración para estas secuencias, suprimiendo la catástrofe causada por la llegada de Arsenal Gear a la costa y alterando algunos elementos dentro de la pelea final (quitando la escena de Raiden cubriendo el cuerpo de Solidus con una bandera norteamericana luego de haberlo derrotado).

Al respecto, Konami apuntó: “En estos momentos, los eventos de Nueva York han sido tan trágicos y han impactado a tanta gente que toda la industria de América, y la mayoría del mundo occidental, va a tener mucho cuidado sobre lo que hacen en los próximos meses, especialmente en la industria del entretenimiento”.

Otro caso concreto fue el de Grand Theft Auto III, juego en el que Rockstar Games decidió recortarle las alas -y la capacidad de volar largas distancias- a la única avioneta disponible en la ciudad (Dodo Airplane) para evitar que los jugadores trataran de recrear el impacto de los aviones secuestrados en los rascacielos de la gran manzana. Adicionalmente, algunos aficionados también asumieron que las misiones relacionadas con un revolucionario llamado “Darkel” -cuya misión era convulsionar el sistema financiero- fueron retiradas de la versión final para librarse de la posible polémica; pero a finales del 2011, el vicepresidente de la compañía, Dan Houser, desmintió los rumores al decir que el contenido ya había sido eliminado meses antes de lo acontecido.

El mundo del comic también resintió los efectos del suceso a diferentes niveles, desde el conocido caso de la censura en la cinta de Spier-Man protagonizada Tobey Maguire, hasta su contraparte en videojuegos. Spider-Man 2: Enter Electro tuvo que cambiar la secuencia final de la trama debido a que esta planteaba un enfrentamiento entre Spidey y Electro en la torre norte y sur del WTC. Posteriormente, Activision declaró que “por respeto a las victimas” el juego sería relanzado con un final diferente, y así fue como finalmente sucedió.

Ejemplos como los anteriores hubieron varios, pero uno que no podemos dejar de tratar –y que tal vez no entra en la misma categoría que los mencionados líneas arriba- es el Flight Simulator de Microsoft, un juego atacado constantemente por ser “la herramienta utilizada por los terroristas para entrenarse en el manejo de aeronaves comerciales”. La infame etiqueta ocasionó que en la próxima entrega se descartara por completo la inclusión de los rascacielos, pero los señalamientos y el estigma aún perduran (aunque en cantidades significativamente menores).

Un par de años luego de la destrucción del WTC, la industria de los videojuegos, así como otros medios, volvieron prácticamente a la normalidad, aunque el tema del atentado permaneció como un delicado asunto que no todos se atrevían a tocar. Durante el 2003, un desarrollador lanzó un “mod” de Unreal Tournamet llamado 9/11 Survivor, “juego” que ponía al usuario dentro de uno de los pisos incendiados de las Torres Gemelas, del cual debía escapar a salvo. El material fue duramente criticado por la opinión pública, pero el responsable del proyecto comentó más tarde que la intención no era importunar, sino concientizar al público en general sobre lo que había significado para los sobrevivientes el haber estado ahí.

En el tiempo siguiente, algunos sectores se valieron de los recientes ataques para echar a andar ciertas ideas un tanto cuestionables dentro del campo de los videojuegos. El Departamento de Defensa estadounidense lanzó America’s Army, un simulador de guerra en primera persona que tenía como principal objetivo reclutar jóvenes adultos para sumarlos a las filas del ejército. Por su parte, Counter Strike pinto su juego en línea con banners publicitarios mandando el mismo mensaje. Los mismos detractores que antes habían atacado a los videojuegos por desafortunados incidentes como la masacre en Columbine, ahora unían fuerzas contra un enemigo en común.

Once años han transcurrido desde aquel lamentable día en el que la historia cambio de rumbo en un abrir y cerrar de ojos, dejando una huella imborrable en todos los aspectos de la vida, incluyendo la creación de los videojuegos. El ataque del 9/11 a Estados Unidos no ha sido el único tema tabú dentro de la industria, pero sí ha servido como una muestra de que la realidad siempre rebasará a la ficción. ¿Habrá temas más controversiales en el futuro? Mientras la humanidad siga ocupando lugar en el planeta, la respuesta es sí. Sólo esperemos que las vidas que se extinguen no lo hagan sin ningún sentido.

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