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Columna: Obsolescencia programada, la madre de toda la basura electrónica

Cada habitante de nuestro planeta genera 1 kilo de basura electrónica a diario. ¿Qué beneficios a nuestra calidad de vida puede traer el uso de la tecnología si el costo es llenar con 7 mil millones de kilos de basura por día nuestro planeta?

Por estos días se multiplicaron las notas en medios masivos argentinos relacionadas con la basura electrónica, mal que aqueja a los países donde no existen normas ni jurisprudencia clara sobre el manejo y reciclaje de ciertos componentes dañinos para la salud y el medioambiente. El motivo de este aumento de la difusión de esta problemática fue el apoyo al tratamiento de la Ley de Basura Electrónica en el Congreso de la Nación.

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Lamentablemente, por cuarto año consecutivo, el proyecto de Ley de Presupuestos Mínimos de Gestión de Residuos de Aparatos Eléctricos y Electrónicos (RAEE) presentado en 2008 en el Senado, quedó descartado de la agenda parlamentaria del año. Esto significa que el proyecto ya posee media sanción de la Cámara Alta (senadores) pero aún no ha podido convertirse en Ley por no ser tratada en la Cámara de Diputados.

La postergada ley de basura electrónica

Para darle un marco de concepto al tema que queremos tratar y sin limitarlo sólo a Argentina sino tomando como ejemplo su proyecto de Ley, este proyecto establece un sistema de gestión de los residuos electrónicos en todos el país, la separación de la basura domiciliaria por su potencial contaminante y el reciclaje de los componentes de valor para su reingreso al mercado. Además le exige a los fabricantes una resposabilidad extendida por lo que deberían hacerse cargo legal y financieramente de la gestión y tratamiento de sus propios residuos. Al mismo tiempo se le exige al estado la provisión de una infraestructura nacional para transporte, acopio recuperación y reciclado. La falta de compromiso político por no ver la montaña de basura delante de sus casas y el desconocimiento total de los perjuicios que este tipo de basura contaminante provoca en el medio ambiente han sido dos de los principales fundamentos por los cuales la Cámara de Diputados aún no ha tratado este proyecto.

Pero como decíamos, los temas que nos generan los mayores interrogantes son ¿de qué manera la evolución de la tecnología está favoreciendo esta problemática de la basura electrónica? ¿qué posibilidades hay de que la basura electrónica de los países más desarrollados y con leyes de protección del medio ambiente termine en países donde todavía no existe una legislación?

En Argentina, se estima que cada habitante genera al menos 3 kilos de basura electrónica por año, lo que indica que para el final de 2011 se habrán descartado más de 1 millón de computadoras, 10 millones de teléfonos celulares y más de 400 millones de pilas. De este tipo de materiales el 40 % termina en rellenos o basurales, el 50 % sigue siendo almacenado en depósitos o en hogares y solo el 10 % llega a ser recuperado o reciclado. ¿Cuánto tiempo más podremos sostener esos mini basurales dentro de nuestras casas?

En India, segunda potencia tecnológica del mundo con el 40% del mercado mundial, se relevaron hasta el 2007 cerca de 400 mil toneladas de basura electrónica sin reciclar. Para 2011 esta cifra se multiplicó en diez veces. A estas cifra hay que agregarle unas 50 mil toneladas anuales que llegan de países del primer mundo como Estados Unidos, Alemania y Gran Bretaña, camufladas como “donaciones” a través de ONG aprovechándose de la ambigua legislación hindú que no diferencia entre un “equipo electrónico de segunda mano” funcionando u obsoleto.

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Entonces acá aparece la palabra que tanto adoran los fabricantes de tecnología, que tanto nos molesta a los consumidores cuando vemos lo que nos costó comprar un producto para que en poco tiempo ya no nos sirva y que tantos problemas está trayendo y traerá si no se definen pautas para el correcto reciclaje de esta basura electrónica: OBSOLESCENCIA.

La obsolescencia programada, la madre de toda la basura electrónica

En primera medida, la obsolescencia programada fue un invento de las corporaciones a principios del siglo XX, con la llegada del consumo masivo, para lograr que sus productos tuvieran un nivel de rotación alto para poder volver a venderle el mismo producto en un tiempo determinado al mismo consumidor que, por rotura o pérdida de utilidad, debe reemplazarlo por uno nuevo. El documental “Comprar, Tirar, Comprar” es una excelente muestra de cómo funciona esta obsolescencia:

Acá es donde las empresas comienzan a operar con su doble moral. Por un lado nos inculcan el beneficio de contar con la última tecnología para mejorar nuestra calidad de vida, nuestro estándar laboral y lógicamente, a mayor rendimiento/hora, mejores beneficios económicos. Por otra parte no asumen la responsabilidad que implica esta rueda de reemplazo constante de productos al medio ambiente y la naturaleza (sin hablar de los complejos procesos de angustia que le generan a los adictos al consumo), responsabilidad que sólo asumen en sus casas matrices exigidos por mantener una imagen limpia y ética de su marca.

Este tipo de actitudes implica que los costos provocados por estas empresas son transferidos a la sociedad, quienes se ven afectados por tener que convivir con basurales, contaminantes y por supuesto, pagar impuestos en sus localidades para que sus municipios o estados se hagan cargo de esta basura.

Esto es lo que nos lleva a preguntarnos si la obsolescencia programada, la madre de toda la basura electrónica que existe en nuestro planeta, no es un arma de doble filo. Pensando en un sentido futurista, qué beneficios podría traernos un hogar completamente informatizado, con control de temperatura, iluminación, hiperconectado, con robots que limpien, preparen comida y saquen a pasear a nuestras mascotas si afuera el aire se tornara irrespirable por los altos niveles de contaminación ambiental y nuestros suelos perdieran todo rastro de vida a causa de los tóxicos que absorvieron de toda esa ciberchatarra.

¿Se puede evolucionar tecnológicamente sin contaminar?

Por más geeks que podamos ser existe algo que es innegable: la tecnología contamina. Por el momento son muy pocos los productos que han desarrollado algún tipo de método eficiente para reducir la contaminación proveniente de su uso y descarte. Así como los monitores desde hace muchos años poseen normativas de ahorro y eficiencia de consumo, las tintas de los cartuchos de impresoras son no contaminantes y las tendencias Eco Friendly son bien aceptadas por la sociedad, el impacto medioambiental del uso de estos productos tecnológicos es altísimo.

Considerando que la tecnología nació para mejorar nuestra calidad de vida y que en general es creada por personas y equipos con altos estándares de innovación, ¿cuál es el motivo por el que todavía no existe un pensamiento de tecnología amigable con el planeta? Quizás la respuesta sea tan compleja como la de por qué aún no podemos viajar a la velocidad de la luz o teletransportarnos, pero con seguridad, si no buscamos nuevas formas de convivir con nuestro mundo, el cual no fue creado desde un concepto de tecnología no reciclable como el que nosotros los humanos impusimos, la posibilidad de que vivamos con las mayores comodidades brindadas por la tecnología pero sin poder salir a respirar aire puro, cada día se irá convirtiendo en una realidad más cercana.

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