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Una historia de Halloween: Bioshock [NB Jalogüín]

Su caso me llamó la atención: el tipo era un verdadero desastre. Las enfermeras decían que era el caso de demencia senil más extraño que les había tocado conocer. Para mí era sólo otro viejo loco.

Había llegado hace unas semanas y su caso me llamó la atención. Leí sus papeles: el tipo era un verdadero desastre y me ofrecieron tratarlo.  Las enfermeras decían que era el caso de demencia senil más extremo que les había tocado conocer. Por los antecedentes que manejaba, para mí era sólo otro viejo loco.

-Buenos días enfermera.

-Buenos días doctor. Dejé al paciente listo para que converse con él.

-¿Alguna información que nos ayude a entender que le sucede?

-Sabemos muy poco doctor. Tiene alrededor de 70 años y una apariencia muy extraña, sobretodo en su rostro y brazo izquierdo. Lo trajeron acá unas mujeres, lucen de unos 40 o 50 años… supongo que son sus hijas. De vez en cuando lo vienen a visitar. Se ha escapado de todas las casas de reposo en las que ha estado. Dice llama Jack, nadie sabe su apellido… de hecho, recuerda sólo vagos fragmentos de su propia vida, a excepción de….

-…sus interminables cuentos de una ciudad submarina que lo enviaron acá, ¿no?

-Exactamente doctor.

Con los antecedentes en mano entré al cuarto para conversar con Jack.  Él amarrado a la silla pero con sus manos libres, estaba atento, alerta pero muy tranquilo y en completo silencio. Opté por hacerle creer que estaba de su parte.

-Hola Jack, soy el Doctor Levine. ¿Sabe usted donde se encuentra?

-En una podrida institución psiquiátrica. Estoy viejo pero no soy imbécil.

-Entonces conversemos. Quiero pensar que esta sano Jack así que cuénteme porque dicen que esta loco.

Jack me miró con algo de alegría.  Pensó que al fin había encontrado a alguien que lejanamente parecía considerar su historia, alguien que parecía ser un aliado.

-Todo comenzó en 1960. Viajaba a Inglaterra a ver a mis primos. Mis padres me ayudaron a pagar los pasajes. Estaba nervioso, era primera vez que viajaba en avión. Para calmarme en el aeropuerto ellos me dijeron “eres especial, estás hecho para grandes cosas”. Nunca sabrán lo cierta que resulto ser esa frase.

-¿Fue ese el avión que se perdió en medio del océano?

-Lo único que recuerdo fue un gran estallido y luego abrí los ojos y estaba en el agua. El avión se hundía en un mar de fuego sobre el océano… y luego vi el faro. Nadé hacia él. No pensé que era extraño que estuviese ahí… ni lo pensé. Sólo quería sobrevivir.

Prosiguió su relato con mayor tranquilidad. Decidí interrumpirlo poco, lo justo como para no burlarme de él pero tampoco en completo silencio.

-Al entrar pude ver grandes estatuas, con consignas muy extrañas que rezaban “Ni dioses ni reyes.  Sólo el hombre” y hablaban acerca de “La Gran Cadena” y la “estúpida moral”. Al poco andar llegué a un ascensor que tomé de inmediato. ¿A dónde mierda más podía ir si estaba sólo en el podrido Atlántico?

Me contó que el ascensor, bajo, bajo y siguió bajando.  Se internó en las profundidades del mar mientras escuchaba una voz que le explicaba que era ese lugar.  Al descender, dice que de la nada apareció una ciudad submarina, llena de vida, luces y estatuas; toda su descripción con un lujo de detalles que en mis años de Psiquiatra nunca había visto.

-¿Una ciudad submarina?

-Así es doctor. ¡Yo tampoco lo podía creer!  Una grabación me explicaba que es lo que estaba viendo, algo que sólo era una idea, la visión de una ciudad hecha realidad: un lugar llamado Rapture. Esta era la utopía del tipo de la grabación, Andrew Ryan.

Andrew Ryan, recordaba ese nombre: había leído sobre él en una revista.  Ryan fue un multimillonario que después de la Segunda Guerra Mundial se aburrió del mundo, de sus estándares, de su sistema, de sus políticas y su moral. Tiempo más tarde desapareció. Algunos creen que se suicidó.

-¿Porqué allí, en el fondo del mar?

-Porque podía hacerlo. Tenía los medios para crear un mundo nuevo, un lugar donde las normas de la superficie no significaban nada. En todos lados decía “No era imposible hacer Rature bajo el mar… era imposible hacerla en otro lado”.

Luego, al detenerse el ascensor, escuché una voz.  Era una radio.  Un tipo llamado Atlas me daba instrucciones.  Me dijo donde estaban las armas y que debía defenderme.  Había disparado antes junto a mi padre, así que no tuve problema en disparar a cada mal nacido mutante asesino que se cruzó en mi camino. Pistolas, escopetas, ametralladoras, lanzagranadas… ¡parecía Texas! El trato era ayudarle a rescatar a su familia a cambio de sacarme de allí.

-¿Rescatar?

-La puta ciudad era un desastre.  Pasillos llenos de luz y sombras con una que otra panorámica marina, pero ¿de qué servía tanta belleza? Los plásmidos cambiaron todo. ¡Ustedes que creen saber mucho de genética ahora! Eran los 60s ¡Ja! Doctor, doctor, no me mire con esa cara. ¿Acaso no me cree?

Fue imposible ocultar mi reacción. Tomó algo de tiempo, pero pude calmarlo y hacer que continuara.

-Todo fue culpa de la idea de Ryan y la falta de moral. Eso le dio campo libre a Tenenbaum, una genetista alemana que encontró la manera de alterar los genes a través de simples inyecciones. Eso eran los plásmidos. Podían hacerte más fuerte, inteligente, mover cosas con la mente.  Incluso te hacían capaz de controlar la electricidad o el fuego con tus propias manos.

-Entonces, ¿qué sucedió?

-Atlas me contó todo. Allá abajo estaba lleno de tiendas. Era simple comprar plásmidos, escopetas y un montón de mierda más. La gente comenzó a buscar la perfección, se volvió consumista de la belleza y del poder de forma desesperada. Todos fueron a cirujanos y se inyectaron plásmidos hasta que tanta mierda en sus genes los volvió locos. Ryan nunca quiso perder su utopía, así que no dejó que existiese ningún contacto con la superficie. No dejó salir a nadie. Ni siquiera para curar a esas niñas, si es que todavía se les podía llamar así.

 -“¿Niñas?”- dije con tono de horrorizado, reafirmándole que le creía todo.

-Las Little Sisters les decían. Unas pequeñas con las que experimentaron, las usaron como envase llevándolas hasta la demencia. Parecían pequeños monstruos de 7 u 8 años. Pobres criaturas. Luego del desastre de la ciudad, eran las únicas de las que se podía conseguir nuevas habilidades, nuevos plásmidos. El problema era que quitarles la habilidad era sinónimo a matarlas. Pero para eso estaban los Big Daddies. Mal nacidos, parecían hombres gigantes en una escafandra hecha para la guerra. Asesiné a varios, pero ahí entraba el dilema moral: curar a la hermanita a quitarle su habilidad… matándola.  Jamás sentí tanta culpa en mi vida. Después…

-Jack… ¡Jack!. En mis años como psiquiatra jamás había oído algo así. El lujo de detalles que me describe es… es incontestable. Jack, Jack, escúcheme, escúcheme por favor: todo, TODO lo que me ha descrito es producto de su imaginación.  Tuviste un serio accidente en 1960, hecho que creó un gigantesco trauma emocional y su subconsciente inventó esta historia. Rapture no existió en los 60s Jack ni existe hoy.

-¿No existe? ¡¿NO EXISTE?! ¿Qué me dice de las huellas en mi brazo?

-Jamás se inyectó nada Jack.  Esos cortes seguramente se los hizo después del accidente, tal vez mientras dormía para así inconscientemente darle pruebas a su historia.

-No puede ser.  Si todo lo recuerdo tan real.  La ciudad, los avisos, las grabaciones, los pasillos, el agua… ¡HABIA MUCHA AGUA!.  Las luces, las sombras, Ryan, Atlas, las voces, las armas.  Doctor…

-Lo lamento Jack.  Escúcheme, la verdad duele pero es un anciano con un extremo caso de depresión post-traumática tan seria que ha durado varias décadas.  Escúchenos, le ayudaremos como podamos para que pueda disfrutar los últimos años de su vida. Realmente lo lamento.

-¿Qué les haga caso? ¡¿Qué les haga caso?! ¡Un hombre escoge, un esclavo obedece! ¡Dejé de ser un esclavo hace mucho! ¡MUCHO! ¡Vuelva acá doctor, vuelva! ¡No lo dejare salir de aquí!.  Venga acá. ¡CREAME!

Jack levantó su mano llena de cortes apuntando hacia la salida mientras continuaba gritando. Yo estaba camino a la puerta presto a dejar el cuarto. Cuando la intenté abrir sentí que estaba muy pesada, casi como si alguien la estuviese empujando hacia el lado contrario.  Sus inquietantes gritos continuaban.  Traté de conservar la calma y le dije educadamente:

-Jack, ¿sería tan amable de no gritar más, quiere?

Unos segundos después logre abrir la puerta.  La había sentido muy pesada… necesito vacaciones.

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