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W Columna: Celulares en el Metro de Santiago

(cc) Klizana | Modificado por Wayerless

Desde hace un tiempo que he vuelto a vivir en Santiago. De los más de 10 años que llevo fuera de Viña del Mar, mi ciudad natal — salvo el año pasado, que estuve de regreso por allá — los que no he pasado en el extranjero, los he pasado acá en la capital.

Para ir de la casa al trabajo me muevo en metro, por comodidad — me queda a una cuadra de mi departamento — y también porque es el medio de transporte que más me gusta, por diferentes motivos: No hace tanto ruido, contamina menos y es más rápido.

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Aunque si bien es cierto, a la hora en que lo tomo, el tren metropolitano viene lleno de gente. En verdad, lleno no, repleto (no como va el androide verde que acompaña la nota, sentado y cómodo).

Punto en contra. Pero bueno, sumando y restando, sigo prefiriéndolo a la micro, que es como le decimos en Chile a los autobuses urbanos.

Entre tanto viaje de ida y vuelta a la oficina, y gracias también a la “cercanía” que se produce en las horas punta, he ido conociendo cada vez más a mis “compañeros de ruta”.

Hay gente que duerme, gente que habla y que gente que simplemente está en silencio pensando, mirando por la ventana o a la demás gente, como yo. De hecho, ese es uno de mis deportes favoritos: Mirar a la gente, o mejor, observarla, estudiarla, analizarla.

La gente que no hace ninguna de esas cosas lee, pero la verdad es que es cada vez menos. Y, a juzgar por lo que leen, muchas veces mejor sería que no leyeran nada.

Algunos escuchan música en sus mp4 o iPods. Varios juegan en sus consolas. Pero la mayoría, la gran mayoría, hace todo lo anterior — desde leer en adelante — en sus teléfonos celulares.

La gente lee en ellos, escucha música, ve videos, juega, navega por internet, saca fotos, chatea, revisa sus correos electrónicos, trabaja, espía las redes sociales, manda SMS, o, simplemente, los utiliza para hablar por teléfono, que es para lo supuestamente fueron creados.

Hace tanto tiempo ya de eso que es difícil recordar cuándo usábamos los celulares — solamente — para llamar o recibir llamadas. O para enviar o recibir mensajes de texto.

Existen tantas cosas que se pueden hacer con ellos — sobre todo los llamados smartphones o teléfonos inteligentes — y lo mejor es que las puedes hacer en el lugar que quieras, como por ejemplo, el metro, y en el momento que quieras, como por ejemplo, cuando estás yendo de un lugar a otro y no tienes ganas de hablar ni pensar ni dormir ni mirar por la ventana o al que está a tu lado.

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Los hay de todas las marcas y modelos, táctiles o con botones, clamshell o slide, desde los iPhone de distintas generaciones y versiones, pasando por un Samsung Galaxy S que vi hace un par de días, un Nokia por aquí y un LG por allá, y muchos, pero muchos BlackBerry.

El tipo de móvil dice mucho de la persona. Algo así como dime qué celular tienes y te diré quién eres. El ondero iPhone 4, el ejecutivo BlackBerry Geminis, etc.

El metro es un medio de transporte, pero también una medida. Sí, una medida de cómo son — tecnológicamente hablandolos santiaguinos, habitantes de la gran “metrópolis” de este país, la más grande y la más importante, y la que cuenta con el primero y el más moderno tren metropolitano urbano y subterráneo. ¡Maldito centralismo!

Es una medida de cómo somos los santiaguinos, pues — pese a ser viñamarino — siento que me he convertido en uno más de tanto que llevo acá, conociendo a su gente y recorriendo sus caminos subterráneos día tras día.

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Si eres de o vives en Santiago (o no), cuéntanos tu experiencia en el metro con los celulares…

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